Ensayo

ensayo1


Pasión de Justicia, Pasión de Transgredir:

El Cuerpo entre Traducción y Performatividad

luisa-en-la-prensa

Michelle Gotay Morales

 

Introito

Al estudiarse el ensayo puertorriqueño, una de las pensadoras proletarias menos reconocidas en el campo literario es la líder anarcofeminista Luisa Capetillo Perón, aunque su obra inicia las luchas igualitarias para la clase trabajadora y las mujeres a principios del siglo XX. De esa manera, Capetillo se forja como la primera filósofa feminista puertorriqueña y propone una naciente filosofía política feminista, con la cual escribe un ensayo contenedor del collage de géneros literarios mayores y menores. A su vez, el discurso tradicional de las instituciones socio-culturales es descentralizado por el discurso moderno soberano y libertario del sujeto mujer. Esa transgresión, e incluso resistencia serán analizadas en sus obras: Ensayos libertarios (EL), La humanidad en el futuro (HF), Mi opinión (MO) e Influencias de las ideas modernas (IM).[1]

Mujeres despalilladoras de tabaco    

Luisa Capetillo, la escritora y el ensayo americano al iniciar el siglo XX

Una mujer debe tener dinero

y una habitación propia

    si va a escribir… 

– Virginia Woolf

ensayos-libertarios

Desde Platón se ha mantenido el ensayo fuera de la enunciación literaria o lo que Rita de Grandis catalogó críticamente como “racionalidad binaria [Arte/Ciencia]”.[2] La difícil definición del ensayo “reside tanto en su carácter de sustantivo (ensayo), es decir en tanto que género, como de su carácter de adjetivo (literario), esto es, de sus rasgos ficcionales.[3] Esa ambigüedad fronteriza del ensayo, como la narrativa, permite ser un género contenedor de otros géneros literarios como una de sus características principales. Además, en el ensayo pueden convergir diversas disciplinas: “ideas y expresión artística, o pensamiento teórico o especulativo y arte”.[4]

En “El ensayo como forma” expresa Theodor Adorno, que “[e]l ensayo no obedece a la regla del juego de la ciencia y de la teoría organizada según la cual, como la proposición de Spinoza, el orden de las cosas es el mismo orden de las ideas”.[5] Con el transcurrir del tiempo el razonamiento ensayístico adquirirá dos formas, los sistemáticos y los asistemáticos. Contrario a los grandes tratados o sumas filosóficas y teológicas, estos últimos poseen mayor libertad formal, temática y estilística. Pero no es hasta Ensayos (1580), voluminosa obra en dos tomos, escritos por el político humanista Michel de Montaigne que el ensayo moderno hace su aparición con un estilo fragmentado con contenido biográfico que discurre sobre el yo, el carácter, las relaciones y las costumbres socio-culturales.

Cuando la anarcosindicalista arecibeña Luisa Capetillo publica sus libros, el naturalismo estaba en boga en Puerto Rico. Según Julia María Guzmán, la narrativa naturalista inicia con Cosas (1893) de Matías González hasta su máximo representante Manuel Zeno Gandía, con Redentores (1925).[6] Recientemente, Fernando Feliú expande la periodización desde Inocencia (1884) de Francisco del Valle Atiles hasta la obra La Llamarada (1935) de Enrique Laguerre.[7] Temáticamente, tanto Zeno como Laguerre elaboran un discurso literario sobre las problemáticas laborales de la clase trabajadora en las haciendas, de café (La Charca, 1894) y de azúcar (La Llamarada, 1935). Sin embargo, en esas representaciones el naturalismo está vinculado con el realismo. A esta difícil distinción entre tendencias literarias, Pedro Shimose le llamó “realismo naturalista”.[8] El naturalismo, a su vez, está influenciado por las teorías mecanicistas del empirismo, el positivismo y la sociología. Por otra parte, el naturalismo latinoamericano predominante en la narrativa, también se encuentra en el ensayo, y puede estar ambientada en la ruralía o en lo urbano.

En Latinoamérica el ensayo no es considerado una “literatura menor”. Tampoco el ensayo se encuentra en los géneros literarios usados por Franz Kafka, quien escribió desde el cuento, la novela, las epístolas y los diarios, que según clasifica Kurt Spang cubre tanto los géneros menores (cuento) como los mayores (novela).[9] Sin embargo, para los teóricos Gilles Deleuze y Félix Guattari las características encontradas en la obra del praguense, y que constituyen una “literatura menor” son, exceptuando la extensión, una obra escrita por “minoría[s]” desde “una lengua mayor” (IM, 28).[10] Esta “literatura menor” tiene dos rasgos distintivos. Todo problema individual es un asunto colectivo y, por ende, político. A su vez, la aptitud de quien escribe está en disyuntiva, porque esta persona pertenece al pueblo y tanto su lenguaje como su proceso escriturario sufren dificultad.

Al estudiar la obra de Luisa Capetillo, Julio Ramos amplía la “literatura menor” cuando incluye “traducciones, proclamas, apuntes biográficos, fragmentos de oratoria, breves artículos y ensayos”.[11] La ensayística capetillana enriquecerá esta aún más al insertar su biografía intelectual, relatos cortos, telegramas, fracciones de postales y cartas. Además, su literatura se nutre con la labor de distintas autorías de diferentes nacionalidades y disciplinas. Su escritura es sencilla, directa y, en ocasiones, cercana a la oralidad. Cabe la posibilidad de que muchos de sus escritos en la prensa obrera hayan desaparecido, pero esto se dilucidaría mejor con una investigación exhaustiva sobre esta escritura, realizada en Puerto Rico, Nueva York y Florida. No obstante, se tiene constancia de que fundó y editó la revista La mujer (1910) por su inclusión en la labor realizada por el académico y máximo representante del ensayo treintista, Antonio S. Pedreira.[12] Norma Valle Ferrer, por su parte, impidió que la obra de Capetillo quedase fuera de la historia.[13]

 

La clase proletaria tabaquera en la esfera pública puertorriqueña

Hoy me he presentado como propagandista,

periodista y escritora sin más autorización

que mi propia vocación e iniciativa,

sin más recomendación que la mía,

 ni más ayuda que mi propio esfuerzo.

-Luisa Capetillo Perón

dibujo-de-caballo-5En 1906 Luisa Capetillo educaba en las fábricas artesanales de Arecibo, su pueblo natal, al ingresar a la Federación de Torcedores de Tabaco, cuya agrupación estaba afiliada a la Federación Libre de Trabajadores, y desde allí se iniciará como escritora ensayista de libros y periódicos obreros; mientras también ejerce de agitadora de huelgas a caballo en la ciudad y en la ruralía.[14] Entre el siglo XIX y el siglo XX la clase trabajadora pudo apropiarse de los medios de comunicación y sostuvo más de una veintena de periódicos circulando en diversos pueblos del país, de corta o larga duración.[15] Esta masiva y constante producción de periódicos evidencia la importancia política y cultural de tener presencia en la esfera pública para la clase tabaquera y en general para el movimiento obrero puertorriqueño. La Iglesia Católica, no obstante, acusó a la prensa obrera de publicar artículos ofensivos a la Institución y de “impugnar o poner en duda las eternas normas de lo verdadero y lo justo y hacer odiosa a la Iglesia”.[16] Las reprimendas realizadas por Pío IX contra las organizaciones sindicales con la encíclica Quanta Cura, que fueron transcritas en Puerto Rico, se modificaron más tarde con la encíclica Rerum Novarum de León XIII.[17] En la cual, se declaraba la inmoralidad del capitalismo por explotar como esclavos a la clase trabajadora y se exigió a la clase terrateniente respetar la dignidad de los subalternos.[18]

Para la época, la ensayística discurre sobre el pensamiento y el alma americana desde la clase letrada profesional. Siendo autodidactas o instruidos, la clase tabaquera se incorporó en el oficio de las letras y la prensa. Esto los convierte en la única clase obrera letrada junto a la clase profesional. Aunque ya de por sí la adquisición de la palabra es, según Luis Felipe Díaz, la entrada a una semiosfera burguesa y capitalista.[19] Esa inserción al mundo letrado fue conflictiva para la clase tabaquera. En la historiografía literaria se observa que la pertinencia del ensayo obrero ha sido minusvalorada en comparación con la ensayística de la clase letrada fundacional. Puede deberse a que pertenecen a una minoría trabajadora o asumen una política contestataria y anárquica a la hegemónica, que Cesáreo Rosa Nieves catalogó como “proletaria, en pugna contra la burguesía centralista [hacendada]”.[20] En el caso de Capetillo, se ha mencionado la pobre calidad estética de su obra. Varios factores pueden haber influenciado su estilística, ya internamente como externamente. Entre estas, las circunstancias históricas, socio-económicas y políticas del país, y en las que Capetillo escribió. Así como, la mínima literariedad en su ensayística moderna. Da la impresión que escribía con mucha información que intentaba comunicar o debatir con prisa o enojada.

Esta clase tabaquera escribió su propia vivencia y reflexión diferenciada de la clase hacendada y profesional en distintos géneros literarios. Contrario al “trauma” adolecido por la clase burguesa, la época de transición fue intelectualmente productiva para la clase obrera letrada. Sus principales exponentes en el ensayo obrero fueron el tipógrafo Ramón Romero Rosa, la lectora Luisa Capetillo, el muellero Eduardo Conde, el zapatero Juan S. Marcano y el tipógrafo José Ferrer y Ferrer, quienes manifestaban los intereses de su clase, de género, sus ideales y prácticas idóneas, así como analizaban la realidad obrera en tertulias, discursos, prensa y libros.[21] Estos son algunos de los medios que influencian la cultura y sociedad en la esfera pública. La cultura moderna de opinión pública expresada en libros amplía la noción original de comunicación expuesta por Jürgen Habermas, aunque es menos inmediata en la palestra pública, como por ejemplo la prensa.[22] A menos que el teórico interprete la “publicidad literaria” tanto para la prensa como para la literatura.[23] Esta nueva clase de líderes trabajadores con sus variopintos oficios redefinirán la nueva clase letrada inmersa en los asuntos políticos, intelectuales, culturales y artísticos en Puerto Rico a principio de siglo XX, contrario a la esfera pública burguesa estudiada por Habermas.[24] La narrativa, por su parte, no fue la excepción al mundo obrero o escrita por tabaqueros, caben mencionarse a Estercolero (1889, José Elías Levi) y La gleba (1913, Ramón Juliá Marín).

Aunque se ha creído que la clase proletaria no converge con la clase profesional, ni la clase propietaria, esto se debe a la poca atención a los derechos exigidos por la clase obrera, que ya disfrutan las clases terratenientes y pudientes. Con una frontal crítica al capitalismo déspota en el país, originado por la tecnología e industrialización, Ramón Romero Rosa, o su seudónimo R. del Romeral, denuncia la crisis económica y de salud de toda la clase obrera en la persona del hablante

…Pero de nada me han valido los progresos de las ciencias, de las artes y de las letras, si muero porque no puedo utilizar la medicina; si muero por el excesivo trabajo y la escasez de alimentos han gastado mis pulmones; si muero porque la higiene y el abrigo no han estado a mi servicio.[25]

A esta situación de opresión hacia la clase proletaria por parte de la clase dirigente, Capetillo afirmará la perpetua y vetusta dominación estatal y eclesial en el siglo XX

[P]obres trabajadores, víctimas de la usura y la explotación… vosotros sois la eterna mina, de donde extraen inmensos tesoros la burguesía y las religiones. Vosotros sois la inmensa mole donde descansan los gobiernos; sobre vuestras doloridas espaldas, ascienden el poder de los tiranos. Sois los eternos peldaños donde confiadamente posan sus pies… (MO, 148).

El anticolonialista Romero Rosa destaca en sus escritos que la explotación proviene de la clase terrateniente capitalista, y que la mujer proletaria debe organizarse políticamente. Se posiciona en atraerlas a los sindicatos para que luchen junto con los varones trabajadores en el reclamo de sus derechos laborales por medio de huelgas generales en 1914. Pero las mujeres al recibir menor paga por igual desempeño, levantaron la animosidad de sus compañeros varones, quienes sintieron amenazado su empleo.[26] La animosidad se tornó en obstrucción a tal punto que varias mujeres se quejaron en escritos publicados en el periódico Unión Obrera.[27] Para esa época, la mano de obra compuesta por mujeres era de 30%.[28] Sin embargo, hubo líderes que supieron interpretar el patriarcado contra estas y posicionarse de su lado. Uno de esos líderes fue Juan S. Marcano, quien con el ensayo “La mujer obrera” de Páginas rojas (1919), las defenderá:

La mujer siempre ha sido víctima propiciatoria del despotismo, de la tiranía y de la autoridad del hombre y de la sociedad. […] Pero ya es hora de que esto termine. La mujer obrera es nuestra compañera de miseria y de privaciones… El partido socialista [obrero], por medio de sus luchas cívicas, mantiene el derecho de la mujer a tomar parte en todas las cuestiones sociales…[29]

Como ensayista modernista de principios de siglo XX, Luisa Capetillo Perón incursionará en una escritura filosófica obrera que estará “más atenta a la realidad del momento”.[30] Esa filosofía política, sin embargo, será feminista. Ella analiza la cultura puertorriqueña citadina desde la clase tabaquera empobrecida, clase trabajadora de hombres y mujeres, y procura su concienciación y militancia por los intereses de su clase y género con el propósito de obtener mejores políticas laborales y económicas para el disfrute de una mejor calidad de vida material.[31]

De esa manera, esta inquieta mujer propagandista incursiona en la ensayística obrera a principios de siglo XX, cuyo género literario estaba dominado por hombres –letrados u obreros–. Capetillo escribió porque era su vocación, iniciativa y esfuerzo (IM, 225). Afirmará sobre la escritura: “[m]e atrae de un modo irresistible la literatura, escribir es para mi la más agradable y selecta ocupación… [estoy] dispuesta a cultivar este arte y perfeccionarme en él” (IM, 225). La finalidad de su obra, en adición a educar, es criticar los problemas sociales que les aquejan y, a su vez, cuestionar, incluso transgredir los modelos patriarcales y costumbres institucionales. La situación de marginalidad y vulnerabilidad de la mujer ante la constante inestabilidad económica fue una de las preocupaciones en el pensamiento capetillano, y también fue un motivo para luchar desde las letras con un “mestizaje de estilos”.[32] Esta develó parte de su espacio íntimo por su deseo didáctico y para “afirma[r] pertenencia al espacio público del debate intelectual”.[33] Por esa razón, su ensayística filosófica será pragmática, o una “filosofía social” como clasificara Ángel Quintero Rivera.[34]

 

La Capetillo, mujer apasionada por la justicia libertaria en la esfera pública

 Trincheras de ideas valen más

que trincheras de piedra.

– José Martí

sufragistas

En Latinoamérica a partir de 1850, las mujeres instruidas se valieron del ensayo y la prensa para reclamar sus propios derechos. La cultura intelectual de Capetillo y su pasión de justicia y libertad humana la condujeron a reclamar los derechos de las mujeres obreras para alcanzar el bienestar “en todas las manifestaciones de la vida” (IM, 181) a través de su actividad pública y de la palabra escrita durante el nuevo gobierno colonial estadounidense.[35] Durante el período en que escribe su obra (1907-1916), la reflexión filosófica realizaba la tarea de “nodriza del derecho y la literatura” hasta los años ’30 del vigésimo siglo, según establece José Antonio Franquiz.[36] Los cuatro libros de Capetillo recogen su pensamiento filosófico feminista sobre la sociedad, el gobierno, la política, la emancipación de la mujer, la emancipación proletaria, los derechos laborales, el derecho al voto universal de las mujeres, la relación familiar, los derechos sexuales, la higiene, el anticlericalismo católico, la encarnación de la espiritualidad cristiana y el cooperativismo. A ese estudio fenomenológico sobre las situaciones que enfrentaba la clase obrera junto a los avances de las ciencias y las humanidades, la voz ensayística les llamará: “detalles críticos, conceptos filosóficos, argumentos científicos, narraciones históricas [y] descripciones sociales” para hacer “meditar, conocer, concebir, reflexionar y protestar” (IM, 218). La escritura menor de Capetillo reivindica los valores de la Ilustración, defendidos por la modernidad y la estilística de su ensayo fue “ácrata” en la terminología rubendariana sobre el modernismo.[37]

Los derechos modernos de justicia, libertad, conocimiento científico, razón, igualdad, felicidad y progreso son exigidos por la clase proletariada. En el 5to Congreso de la Federación Libre de Trabajadores de 1908, Capetillo lucha para que se acoja el sufragio universal de las mujeres.[38] Los reclamos laborales, por su parte, consistían en igual paga para mujeres y hombres, establecer un salario fijo y jornadas laborales de 8 horas, aumentar las protecciones laborales, obtener pensiones para el retiro y abolir el trabajo de menores de 16 años. La clase trabajadora vivía en los peores índices de pobreza, careciendo de alimento, agua potable, vestido, calzado, higiene y salud (Cf. EL, 47, 62). Para la época, el oficio mejor pagado era la industria del tabaco, aún así estaban en estrechez; según Bernardo Vega cobraban aproximadamente $30dlls.[39] La clase obrera era la máquina humana de la producción agrícola hasta que décadas más tarde algunas de sus exigencias laborales se concretarán con la Ley No. 45 de 9 de junio de 1919. Con el oficio de leer en las tabaqueras, Capetillo irrumpe en una nueva manera laboral, intelectual, cultural y política para la mujer en Puerto Rico. La costumbre cubana era que los obreros pagaban la intervención informativa y educativa en la tribuna masculina:

Each cigarmaker pays into the funds . . . fifteen cents a week, creating a revenue of $50 to $75 a week. […] Cigarworkers jealously guarded their customs, which included not only reading but also free smokes, café con leche, and the freedom to set the pace of work. Many workers regarded technology as the great enemy.[40]

Luisa Capetillo también romperá con el discurso androcéntrico de la filosofía cuando origina la conceptualización del lenguaje inclusivo al incluir a la mujer en el discurrir.[41] La comprensión de la libertad humana la llevará a desarrollar su postura ante las costumbres de la época. Su discurso entonces no persigue la liberación nacional, como José Julián Martí Pérez, sino propone una política libertaria del cuerpo, porque la mujer era la nueva esclava que debía liberarse del dominio económico y patriarcal nacional y foráneo de los hombres. Con su prédica emancipadora criticaba a la clase propietaria agrícola que producía la insalubridad y el sometimiento aniquilador a las mujeres obreras (Cf. EL, 46).[42] Por ese motivo, la hablante ensayística asume la voz médica y legal:

Y la mujer… no es saludable, porque se le niegan sus derechos; y no habiendo salud no hay energías y un pueblo sin energías… no puede hacer nada por sí mismo; esos pueblos son y serán esclavos de aquellos otros pueblos que han libertado a la mujer. […] Tener a la mujer esclava, es tener la libertad presa […] La mujer libre. ¡Ahí está el problema! […] Los pueblos sin salud, son pueblos muertos, inútiles para la defensa de sus libertades (MO, 102).

La metáfora de la enfermedad desde el naturalismo es localizada en la mujer, como sujeta desprovista de vitalidad y, por ende, de voluntad para poder reclamar sus derechos y las libertades del país en la esfera pública (Cf. EL, 65).[43] En el discurso, la mujer pasa a simbolizar a los pueblos esclavizados por otras naciones con mujeres libres y mejor alimentadas. Capetillo reconoce la necesidad de trabajo que le proporcione el dinero que sufragará la manutención que proveerá el vigor, la salud física y mental para defender sus intereses de género y de clase.[44] También creía en la libertad para escoger oficio o profesión a ejercerse, siempre que se atendiera la tierra para un mejor desarrollo económico que elevara la calidad de vida (Cf. HF, 73ss). Es por esto que instruye a sus “hermanos” obreros a cambiar la creencia en la felicidad escatológica por la felicidad encarnada, ya que eran la clase creadora de la “riqueza pública” y la gobernanza propia es un asunto de derecho laboral.[45] El disfrute de lo producido por la clase trabajadora puede apreciarse en el texto bíblico de Eclesiastés 2.24: “No hay cosa mejor para el hombre [y la mujer] que comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo”. Pero la clase eclesial conservadora maridada con el naciente capitalismo y la clase terrateniente falsearon el orden de prioridad para su propio bienestar; lo que simbolizaba “el opio”, mencionado por Karl Marx. Esto motiva a que el discurso del ensayo capetillano sea inmanentista y aconseje a defender su ocupación, así:

No olvidéis trabajadores que no debéis aceptar ninguna religión que no empiece por aceptar la defensa de vuestro trabajo, que es la base donde descansa vuestra pobre felicidad doméstica (EL, 57).[46]

A pesar de que Capetillo era creyente, fue una de las voces más críticas hacia los dogmas religiosos (MO, 139).[47] Su pensamiento puede catalogarse de implementar la espiritualidad cristiana secularmente, profesada en la palestra pública, aunque con transgresión.[48]

El discurso moderno soberano y libertario de Capetillo se centralizará en el cuerpo de la mujer proletaria. Su filosofía familiar feminista originó la teoría del amor libre, influenciada por el amor libre y comprometido de sus progenitores, la francesa Luisa Margarita Perone y el español Luis Capetillo Echevarría, y la biblioteca anarcofeminista, romántica, realista y naturalista principalmente francesa. El deseo de Capetillo fue unirse libremente a su amor de juventud Manuel Ledesma Figueroa, hijo de Gregorio Ledesma y Navajas, Marqués de Arecibo, y Micaela Figueroa y Girau. La imposibilidad de esa unión no impidió, sino que estimuló el desarrollo de la teoría libertaria en el amor y la sexualidad, la que procuraba una nueva relación entre un hombre y una mujer, pero también exigía una nueva masculinidad. Su deseo erótico, sin embargo, fue utópico por romántico. Su segunda unión fracasó por lo mismo.

Contrario a las uniones concertadas por la Iglesia o la alta sociedad, la conceptualización de la “gran familia” que Capetillo pregonaba era la unión libre o ácrata entre un hombre y una mujer por amor y compatibilidad (MO, 91).[49] Este enlace debía ser sin casarse, porque estaba en contra del matrimonio al que llamaba “fórmulas” y “convenciones” tanto de la Iglesia Católica como del derecho civil (MO, 90). Esa unión libre desobedece a la Iglesia y desacata al gobierno estatal, pero también al sistema de honor que sostiene (MO, 114). La teoría del amor libre consiste de dos personas autónomas, libres e integrales que se profesan amor, respeto, compromiso y apoyo mutuo en una relación de convivencia en la que ejercen sus libertades a entregarse al disfrute natural del placer y deseo sexual (Cf. MO, 101, 117-118).[50] Esta pareja ideal forma una “familia libre” sin dominio jerárquico de sujeción ni sumisión como en el “hogar doméstico”. Esa relación libertaria de pareja buscaba un cambio al interior de su organización y de no funcionar, Capetillo aconsejaba la separación.

Con la promoción de la unión libre, Capetillo transgredía las Instituciones que regulan la familia –Iglesia y Estado– y el enlace económico burgués. Deseó transformar el tipo de relación amorosa a tenerse, pero no conmutó su contenido o “contrato heterosexual”.[51] Capetillo rechazó la homoeroticidad, aunque solo la mencione en una ocasión, con la misma nomenclatura religiosa antigua del “delito contra natura del mismo sexo” (MO, 117), sin darse cuenta que su percepción, como algunas Iglesias, no llega a comprender la amplitud de la felicidad e igualdad humana al no reconocer la libertad de orientación sexual para amar a una persona del mismo sexo. Sin embargo, hay teológas con una visión feminista e inclusiva de la homoeroticidad:

Inside the Christian tradition, heterosexism and misogyny are the most blatant forms of hostility against sexuality. The resistant of most churches to sex education, birth control, and procreative rights is an outrageous fact… Compulsory procreation is buttressed ideologically as an a priori condition of creation or as an indication of normalcy and the natural mode of human life. And on this basis, gay and lesbian relationships are condemned. Christian repression against those who “come out” (because they know how destructive remaining “in the closet” is for the true meaning of human sexuality) is a grievous assault on our being created in God’s image. Such repression sustains a culture of domination through manipulation of fear and guilt by religion.[52]

La arecibeña, por su parte, fue quien primero politizó la territorialidad espacial y simbólica del cuerpo de la mujer en Puerto Rico. El discurso y lo performativo en Capetillo transgreden los códigos sociales del significante “mujer” en la vestimenta, en la labor de lectora, al razonar filosóficamente, al escribir desde el ensayo, al ser agitadora de huelgas y propagandista política, ya que entendió como feminista era su “libérrimo derecho” (Cf. MO, 158).[53] Fue la primera que retó los códigos de vestimenta al performar el intercambio de vestidos por la falda-pantalón al estilo de anarquistas feministas francesas, pero los superó cuando utiliza el traje formal que generalmente visten los hombres a la usanza de la época.[54] Cuba no resistió ese cambio abrupto de vestimenta por una mujer anarco-socialista y Capetillo fue apresada por el escándalo, ocasionado en la calle Neptuno durante el verano de 1915, quedará absuelta al exponer que es “más higiénico” y que era su costumbre en todos los países en que había vivido y estado sin haber sido “molestada”.[55] La prensa cubana reseñó el suceso de la empantalonada ampliamente.[56] Contrario a su labor de lectora ejercida en Puerto Rico y los Estados Unidos, Cuba no tuvo mujer lectora hasta la década de los ’60s.[57] Pero su vestimenta ocasionó reacciones también en la sociedad puertorriqueña, y quedó plasmada en una copla popular: “Doña Luisa Capetillo, con razón o sin razón, ha armado tremendo lío con su falda pantalón”. El abogado y literato del Partido Unionista, Nemesio R. Canales Rivera enfrentó al patriarcado machista puertorriqueño por sus vejámenes cuando le reprocha a los “amos” que “a cada paso hacen chistes pedestres a propósito de la falda-pantalón o de tal nimio detalle o incidente de la labor feminista…”.[58]

Capetillo, a su vez, se dedica a analizar lo expresado sobre la mujer por pensadores y así proponer su filosofía feminista. Estará en desacuerdo con la aseveración de que la mujer no es racional, expresada por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer (MO, 160). Capetillo, como defensora de la racionalidad de la mujer y fiel creyente del derecho de la mujer a pensar por sí misma o el kantiano sapere aude, exhortará a las mujeres a liberarse de la ignorancia a través de los saberes de la época para su desarrollo personal y autosuficiencia económica (MO, 160, 164). Como obrera del pensar insistía en que cada mujer debe no solo educarse, sino ser propietaria de sí misma, posibilitado por el trabajo para no tener que depender del hombre, así como poder adquirir las “comodidades modernas” (EL, 57). El conocimiento alcanzado también le permitirá poder reflexionar con erudición la cultura y los debates políticos y legales que afectan el desarrollo propio y de toda vida tanto de forma oral en los lugares que frecuentan, tales como casinos de artesanos, cafés y tribunas tabaqueras hasta las formas impresas, entre estas hojas sueltas, boletines, prensa y libros.[59] La borinqueña Dolores Rodríguez de Astudillo y Ponce de León, mejor conocida como Lola Rodríguez de Tió también estará convencida de que la instrucción promovería los derechos ciudadanos: “Sepámoslo de una vez: A la ignorancia sólo le es dado engendrar esclavos. A la Ilustración formar obreros del pensamiento y ciudadanos de la patria”.[60] A lo que Capetillo añadirá: “¡Abajo la civilización hecha con la esclavitud de las mujeres!” (MO, 163, 112).

capetillo

Colofón

Luisa Capetillo fue bien conocida en la organización sindical de la clase obrera y en las luchas sociales de Puerto Rico a principios del siglo XX. Deseó una nueva humanidad al traducir la modernidad europea, de ahí que pregonara oralmente y por escrito su filosofía política feminista en la “esfera de acción”, según Rodríguez de Tío, para la realización de la felicidad. Esta labor amplía la clase social y económica que compone la “esfera pública” de Habermas, pero también extiende la “literatura menor” de Delueze y Guattari al estar escrita desde el ensayo. Capetillo, a su vez, reafirmó que América no escribe arte por arte y la mezcla de tendencias en su estilo, como el romanticismo, naturalismo y realismo, confluye con el modernismo en Puerto Rico.

Su filosofía se basó en la libertad y la justicia para la forjación de derechos civiles y humanos, por lo cual se resistió a políticas económicas humillantes, a conceptualizaciones degradantes sobre la mujer y a dogmas y legalidades obsoletas. Por esos motivos, las metáforas resistencia y transgresión son las que mejor describen la epistemología de lucha social para que la clase obrera y la mujer obrera tengan una vida plena y en amor libre.[61] Capetillo rompió con el binomio de roles al apoderarse de todos los signos considerados masculinos: razón filosófica, escritura, trabajo, economía, política, activismo, vestimenta; incluso, la clase social, porque predicaba la fraternidad universal.

A veinte (20) días de fallecida, se le dedicó el Día Internacional de la clase trabajadora en República Dominicana. Allí José Casado la describió como “la más viril combatiente mujer que compartió con nosotros los azares de la lucha por el bienestar y se identificó con los dolores de este pueblo miserable encadenado”.[62]

Notas:

[1] La obra de Luisa Capetillo Perón es la siguiente: Ensayos libertarios: Dedicado a los trabajadores de ambos sexos. 2da ed. San Juan: Tipografía Real Hermanos (Biblioteca Roja), 1910. 1ra ed. Arecibo: Imprenta Unión Obrera, 1907. Impreso.; La humanidad en el futuro. San Juan: Tipografía Real Hermanos (Biblioteca Roja), 1910. Impreso.; Mi opinión sobre las libertades, derechos y deberes de la mujer como compañera, madre y ser independiente. La mujer en el hogar, en la familia, en el gobierno. 2da ed Tampa, FL: Imprenta de Joaquín Mascuñana, 1913. 1ra ed. San Juan: Tipografía Real Hermanos (Biblioteca Roja), 1911, Impreso.; e Influencias de las ideas modernas. San Juan: Tipografía Negrón Flores-Luna, 1916. Impreso.

[2] Grandis, Rita de. “El ensayo entre la ficción y el pensamiento.” Revista Iberoamericana LXXVIII.240 (julio-septiembre 2012): 495. Impreso.

[3] Pozuelo Yvancos, José María. “El género literario ‘Ensayo’.” El ensayo como género literario. Eds. Vicente Cervera, Belén Hernández y María Dolores Adsuar. Murcia: Universidad de Murcia, 2005. 179. Impreso.

[4] Aullón de Haro, Pedro. “El género ensayo, los géneros ensayísticos y el sistema de géneros.” El ensayo como género literario. Eds. Vicente Cervera, Belén Hernández y María Dolores Adsuar. Murcia: Editorial de la Universidad de Murcia, 2005. 16. Impreso.

[5] Adorno, Theodor W. “El ensayo como forma.” Notas de literatura. Trad. Manuel Sacristán. Barcelona: Editorial Ariel, 1962. 19. Impreso.

[6] Guzmán, Julia María. “Realismo y naturalismo en Puerto Rico”. Literatura puertorriqueña: 21 conferencias. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1969. 14-19. Impreso.

[7] Feliú Matilla, Fernando. “Del microscopio al automóvil: Hacia una redefinición de la novela naturalista en Puerto Rico.” Revista Nuestra América (enero-julio 2010): 226, 228. Impreso.

[8] Shimone, Pedro. Historia de la literatura latinoamericana. 3ra ed. Madrid: Editorial Playor, 1999. 183. Impreso.

[9] Spang, Kurt. Géneros literarios. 2da reimp. Madrid: Ediciones Síntesis, 2000. 107-109. Impreso.

[10] Deleuze, Gilles y Félix Guattari. Kafka. Por una literatura menor. Trad. Jorge Aguilar Mora. México: Ediciones Era, S.A., 1978. 28. Impreso.

[11] Capetillo, Luisa. Amor y anarquía: Los escritos de Luisa Capetillo. Ed. Julio Ramos. San Juan: Ediciones Huracán, 1992. 39. Impreso.

[12] Pedreira, Antonio S. El periodismo en Puerto Rico: Bosquejo histórico desde su iniciación hasta el 1930. La Habana: Imprenta Úcar, García y Cía., 1941. 314. Impreso.

[13] Valle Ferrer, Norma. “Luisa Capetillo en la historia.” El Nuevo Día 5 de marzo de 1998: 53. Impreso.; y Valle Ferrer, Norma. “Una mujer ignorada por la historia.” El Tacón de la Chancleta 1:2 (febrero 1975): 6. Impreso.

[14] Una de las últimas incitaciones a huelga en la prensa obrera con una carta pública escrita por Luisa Capetillo, lo fue: Capetillo, Luisa. “Huelga en Patillas.” (Carta a Julio Aybar) Unión Obrera 11 de febrero de 1918: 1. Impreso.

[15] Algunos de los periódicos obreros son: El Obrero (1889-1890), El Eco Proletario (1892), Revista Obrera (1893), Ensayo Obrero (San Juan, 1ro de mayo de 1897, SIP, José Ferrer y Ferrer, Ramón Romero Rosa, Fernando Gómez Acosta y Juan Vilar), El Vesubio (Mayagüez, 1898, dirigido por González Quiara, luego por Eduardo Conde), Liga Obrera (Ponce, 1898-1899, dirigido por Fernando J. Matías), El Porvenir Social (San Juan, 1898-1902), San Ciriaco (Aguadilla, 1899), La Voz del Obrero (FLT-Ponce, cerró en 1899), La Voz Popular (Arecibo, 1899-1900, dirigido por Juan C. Prats Bonilla), La Miseria (San Juan, 1901), El Pan del Pobre (San Juan, 1901), La Justicia (Ponce, 1901), Obrero Libre (Mayagüez, 1902), La Voz del Obrero (San Juan, 1903-1937), Unión Obrera (San Juan y Ponce/Mayagüez – FLT, 1904/1915; PSO, 1915/1935-, dirigido por Julio Aybar y SIP), Voz Humana (Caguas, 1906), El Tipógrafo (San Juan, 1911), El Deber (1913), La Voz de la Unión (Arecibo, 1914, dirige José Limón de Arce), Yo Acuso (Caguas, 1914-1917) y Justicia (FLT-San Juan, 1914-1925, dirigido por Santiago Iglesias Pantín). En cambio, la radio no tuvo presencia en la Isla hasta el 1922.

[16] “Discurso de su santidad.” Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Puerto Rico XXI.7 (abril 1871). Impreso.; Silva Gotay, Samuel. Catolicismo y política en Puerto Rico: Bajo España y Estados Unidos: XIX y XX. San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2005. 172. Impreso.

[17] Ibid. Silva Gotay. 2005. 171. Impreso.

En el apéndice Syllabus Erroroum de la encíclica Quanta Cura se condenan varias ideologías de la época: la autonomía moderna, la ideología liberal, la separación de Iglesia y Estado, la libertad de culto, el racionalismo, el panteísmo, el naturalismo, el liberalismo económico, el socialismo y el comunismo. Se publicó el 8 de diciembre de 1864.

[18] Ibid. Silva Gotay. 2005. 392ss. Impreso.

[19] Cf. Díaz, Luis Felipe. La na(rra)ción en la literatura puertorriqueña. San Juan: Ediciones Huracán, 2008. 50-51. Impreso.

[20] Rosa Nieves, Cesáreo. Historia panorámica de la literatura puertorriqueña (1589-1959). Tomo II. San Juan: Editorial Campos, 1963. 284. Impreso.; Cf. Morales, Ángel Luis. Literatura hispanoamericana: Épocas y figuras. Tomo II. San Juan: Editorial del Departamento de Instrucción Pública, Estado Libre Asociado de Puerto Rico, 1967. 5. Impreso.

[21] Algunas obras de la ensayística obrera masculina en el siglo XX son de: Romeral, R. del. La emancipación del obrero. Mayagüez: Imprenta La Bruja, 1903. Impreso.; La cuestión social y Puerto Rico. San Juan: s.n., 1904. Impreso.; Musarañas. Opúsculo sobre ciertas preocupaciones y costumbres que son un estorbo a los trabajadores puertorriqueños para la compenetración de los reinvindicadores ideales del obrerismo universal. San Juan: Tipografía El Carnaval, 1904. Impreso.; Catecismo socialista. San Juan: Propaganda Obrera, 1905. Impreso.; ¡El 16 de abril de 1905! La Lucha entre capital y trabajo. San Juan: Unión Tipográfica, 1905. Impreso.; y Entre broma y vera: Manjares en salsa picante que conviene digerir con calma y sana intención, para bien de la higiene social. San Juan: Tipografía “La República Española”, 1906. Impreso. Conde, Eduardo. Acusación y protesta. San Juan: Imprenta Unión Obrera, 1919. Impreso.; Marcano, Juan S. Páginas rojas. Humacao: Tipografía Conciencia Popular, 1919. Impreso.; Dieppa, Ángel María. El porvenir de la sociedad humana. San Juan: Tipografía El Eco, 1915. Impreso. Ferrer y Ferrer, José. Los ideales del siglo XX. San Juan: Tipografía La Correspondencia de Puerto Rico, 1932. Impreso. Cf. Quintero Rivera, Ángel G., ed. Patricios y plebeyos: Burgueses, hacendados, artesanos y obreros. Las relaciones de clase en el Puerto Rico de cambio de siglo. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1988. 252-279. Impreso.

[22] Habermas, Jürgen. Historia y crítica de la opinión pública: La transformación estructural de la vida pública. 2da ed. Trad. Antonio Doménech y Rafael Grasa. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, S.A. 1981. 54, 68ss, 78. Impreso. Cf. Brau, Salvador. “En honor de la prensa.” Ensayos. (Disquisiciones sociológicas). Río Piedras: Editorial Edil, 1972. 263. Impreso.

[23] Ibid. Habermas. 1981. 72, 78ss. Impreso. Cf. Feliú, Fernando, ed. 200 años de literatura y periodismo en Puerto Rico 1803-2003. San Juan: Ediciones Huracán; Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, 2004. Impreso.

[24] Ibid. Habermas. 1981. 46, 53, 60ss, 67ss. Impreso.

[25] Citado en Centeno Añeses, Carmen. Modernidad y resistencia: Literatura obrera en Puerto Rico (1898-1910). San Juan: Ediciones Callejón, 2005. 184-185. Impreso.

[26] García, Gervasio L. y Ángel G. Quintero Rivera, Desafío y solidaridad. Breve historia del movimiento obrero puertorriqueño. 3ra ed. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1997. 77. Impreso.

[27] Suárez Findlay, Eileen J. Imposing decency: The politics of sexuality and race in Puerto Rico, 1870-1920. Durham: Duke University Press, 1999. 158. Impreso.

[28] Ayala, César J. y Rafael Bernabe. Puerto Rico en el siglo americano: Su historia desde 1898. 2011. 71. Impreso.

[29] Citado en Lucha obrera en Puerto Rico: Antología de grandes documentos en la historia obrera puertorriqueña. Ed. Ángel G. Quintero Rivera. 2da ed. San Juan: Centro de Estudios de la Realidad Puertorriqueña (CEREP), 1972. 66-67. Impreso.

[30] Robles de Cardona, Mariana. “El ensayo de la generación del 30.” Literatura puertorriqueña: 21 conferencias. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1960. 330. Impreso.

[31] Ibid. Cf. Habermas. 1981. 62. Impreso.; Picó, Fernando. “Historia social de Puerto Rico en los siglos XIX-XX.” Historia de Puerto Rico. Vol. IV. Coords. Luis E. González Vales y María Dolores Lugo. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas; Oficina de Servicios Legislativos. Historiador Oficial de Puerto Rico; Centro de Investigaciones Históricas, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras; Ediciones Doce Calles, 2012. 245. Impreso.

[32] Laguerre, Enrique. “Prólogo.” La charca. Por Manuel Zeno Gandía. San Juan: Librería y Editorial Campos, 1930. XXIX. Impreso.; Rivera, Modesto. “El modernismo – La prosa.” Literatura puertorriqeña: 21 Conferencias. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1960. 211-212. Impreso.

[33] Saona, Margarita. “La autobiografía intelectual como antinomia en la escritura de mujeres.” Mujeres que escriben en América Latina. Ed. Sara Beatriz Guardia. Perú: Centro de Estudios la Mujer en la Historia de América Latina; Facultad de Letras y Ciencias Humanas Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2007. 100. Impreso.

Marjorie Agosín, sin embargo, indica que el lugar para la mujer latinoamericana, mujer burguesa, eran los espacios cerrados como casas y patios internos y cuando salían iban a realizar la compra de comestibles, acompañadas por otras mujeres. Agosín, Marjorie. “Mujer, política y sociedad en Chile 1970-1990.” Fem 111.16 (mayo 1992): 29.

[34] Quintero Rivera. 1972. 155. Impreso.

[35] Sin embargo, las periodistas María Luisa de Angelis (1891-1953) y Angela Negrón Muñoz (1892-1961) no la incluyeron al escribir sobre las mujeres en Puerto Rico a principios del vigésimo siglo. De Angelis escribe Mujeres puertorriqueñas: Que se han distinguido en el cultivo de las ciencias, las letras y las artes desde el siglo XVII hasta nuestros días (1908). El libro de Negrón Muñoz es Mujeres de Puerto Rico: Desde el período de la colonización hasta el primer tercio del siglo XX (1935). Cf. Martínez Capó, Juan. Res. Luisa Capetillo, por Norma Valle. San Juan, Puerto Rico, 1975. El Mundo de Puerto Rico 26 de Diciembre de 1976: 7-B. Impreso.     

[36] Franquiz, José Antonio. “La filosofía en Puerto Rico.” Ensayos filosóficos. San Juan: s.n., 1935. 3. Impreso.; Cf. García Casanova, J. F. ed., El ensayo entre la filosofía y la literatura. Granada: Editorial Comares, 2002. Impreso.

[37] Citado en Morales. 1967. 68, 73. Impreso.

[38] La sociedad sufragista tabaquera abogaba por el sufragio universal como fue la Asociación Feminista Popular de Mujeres Obreras de Puerto Rico (1920). Mientras, que las sociedades profesionales estuvieron a favor del sufragio letrado, estas fueron: Liga Femínea Puertorriqueña (Ana Roqué, 1917) pasa a llamarse Liga Social Sufragista (1921) y la Asociación Puertorriqueña de Mujeres Sufragista (Ana Roqué, 1925) será la Asociación Insular de Mujeres Votantes (1929). Valle, Norma. “El feminismo y su manifestación en las organizaciones de mujeres en Puerto Rico.” La mujer en la sociedad puertorriqueña. Ed. Edna Acosta-Belén. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1980. 91, 93, 96. Impreso.

[39] Vega, Bernardo. Memorias de Bernardo Vega. Ed. César Andreu Iglesias. 6ta ed. Río Piedras: Ediciones Huracán, Inc. 2002. 132. Impreso.; Cf. Picó, Isabel. “Apuntes preliminares para el estudio de la mujer puertorriqueña y su participación en las luchas sociales de principios del siglo XX.” La mujer en la sociedad puertorriqueña. Ed. Edna Acosta-Belén. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1980. 29. Impreso. Cf. Tirado Avilés, Amilcar. “Notas sobre el desarrollo de la industria del tabaco en Puerto Rico y su impacto en la mujer puertorriqueña, 1898-1920.” Centro de Estudios Puertorriqueños 2.7 (1989-1990): 27. Impreso.; Scarano, Francisco A. Puerto Rico: Cinco siglos de historia. Ed. Carlos Ríos Sosa. México, D.F.: McGraw-Hill, 1998. 636. Impreso.

[40] Mormino, Gary R. “The reader and the worker: Los lectores and the culture of cigarmaking in Cuba and Florida.” International Labor and Working-Class History 54 Migration, labor movements, and the working class (Fall 1998): 3-4. Impreso.

[41] Cf. La “reflexión filosófica” realizada por la mujer en: Bird-Soto, Nancy. Escritoras puertorriqueñas de la transición del siglo XIX al XX. Carmela Eulate Sanjurjo, Ana Roqué y Luisa Capetillo. Lewingston: The Edwin Mellen Press, 2009. 105. Impreso.

[42] Cf. Para José Julián Martí Pérez era cardinal el conocimiento: “Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de liberarlo”. Martí, José. Nuestra américa. 3ra ed. Venezuela: Fundación Biblioteca Ayacucho, 2005. 40. Impreso.

[43] Cf. Iglesias Pantín, Santiago. “Gobierno propio, ¿Para quién?” (Documento presentado en la Convención de 1907). San Juan: Federación Libre de Trabajadores, 1907. Impreso.

[44] Algunos compañeros, sin embargo, soñaban por la época en que la mujer dejara de trabajar, porque entendían que el lugar de la mujer-madre era el hogar, ese fue el caso de Ángel María Dieppa.

[45] Citado en Cores Trasmonte, Baldomero. “La actividad política de Santiago Iglesias Pantín.” Cuadernos de Estudios Gallegos XL.105 (1992): 72. Impreso.; Dávila Santiago, Rubén. El derribo de las murallas: Orígenes intelectuales del socialismo en Puerto Rico. Río Piedras: Edición Cultural, 1988. 26-27, 43. Impreso.

[46] Las toneladas de tabaco puertorriqueño que se exportaban eran manufacturadas en los siguientes pueblos: Aibonito, Arecibo, Barranquitas, Caguas, Camuy, Cayey, Cidra, Coamo, Comerío, Isabela, Patillas, San Germán, San Lorenzo, San Juan, Utuado, Yabucoa y Yauco.

[47] Barceló Miller, María F. de. “De la polilla a la virtud: Visión sobre la mujer de la iglesia jerárquica de Puerto Rico.” La mujer en Puerto Rico: Ensayos de investigación. Ed. Azize Vargas, Yamila. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1987. 53-54. Impreso.

[48] Cf. Habermas, Jürgen, Judith Butler, Charles Taylor y Cornel West. The power of religion in the public sphere. Nueva York: Columbia University Press, 24. 2011. Impreso.

[49] Cf. Suárez Findlay. 1999. 152. Impreso.

[50] Cf. Suárez Findlay, Eileen J. “Free love and domesticity: Sexuality and the shaping of working-class feminism in Puerto Rico, 1900-1917.” Identity and struggle at the margins of the nation-state: The laboring of people of Central America and the Hispanic Caribbean. Eds. Aviva Chomsky and Aldo Lauria-Santiago. Duke University Press, 1998. 229-259. Impreso.; Ibid. Cf. Silva Gotay. 2005. 167. Impreso.

[51] Wittig, Monique. El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Trad. Javier Sáez y Paco Vidarte. Barcelona: Editorial Egales, 2006. 60ss. Impreso.

[52] Soelle, Dorothee y Shirley A. Cloyes. “Sexuality and alienation.” To work and to love. A theology of creation. 3rd printing. Philadelphia: Fortress Press, 1984. 125. Impreso.; Cf. Lamas, Marta. Cuerpo y diferencia sexual y género. México: Taurus, S.A., 2002. 53. Impreso.

[53] Capetillo transgredió los postulados que definían la imagen de la mujer y el modelaje de domesticidad. Cf. La Greca, Nancy. Rewriting womanhood: Feminism, subjectivity, and the angel of the house in the Latin American novel, 1887-1903. Pennsylvania: Pennsylvania State University, 2009. 128. Impreso.

[54] Cf. Lamas. 2002. 52. Impreso.

[55] “Información policíaca: Vestida de hombre.” El Mundo, La Habana 25 de julio, 1915. 14. Impreso.

[56] “El caso de la mujer con traje masculino en la corte correccional.” El Heraldo de Cuba, La Habana 27 de julio 1915. 14. Impreso; “Información policíaca: Vestida de hombre.” El Mundo, La Habana 25 de julio, 1915. 14. Impreso. “Información policíaca: Luisa Capetillo, protagonista de una película cómica.” El Mundo, La Habana 27 de julio, 1915.

[57] Tinajero, Araceli. El lector de tabaquería: Historia de una tradición cubana. Madrid: Verbum, 2007. 181ss. Impreso.

[58] Canales, Nemesio. Paliques. San Juan: Isla, 1967. 133. Impreso.

[59] Durante el siglo XIX existieron los Casinos de Artesanos, estos tuvieron una doble función social en la clase obrera. Primeramente era el lugar de formación y concienciación de clase en el que se intercambiaban ideas entorno a los debates públicos y, por lo cual, también sirvió como el lugar para planificar las huelgas. En segundo lugar, fue utilizado para socializar durante las organizaciones de bailes y recitaciones de poemas y concursos literarios. Las organizaciones artesanales fueron: Círculo Ponceño de Artesanos (Ponce, 1873), La Unión Fajardeña (Fajardo, 1973), La Bella Unión Mayagüezana (Mayagüez, 1874), Círculo de Amigos (Mayagüez, 1874), El Casino de Artesanos (San Juan, 1875), El Círculo de Artesanos (Bayamón, 1881), El Centro de Recreo e Instrucción de Artesanos (Juana Díaz, 1883), El Casino de Artesanos de la Unión Puertorriqueña (San Juan, 1884), Casino de Arecibo (1888) y La Unión Cooperativa (1899), entre otros. Cf. Dávila Santiago. 1988. 311. Impreso.

Todavía falta por hacerse una investigación de este tipo de organizaciones obreras durante el siglo XX. Aunque, Bernardo Vega menciona la Liga de Artesanos y la Liga Antillana como grupos de formación política que evadían la represión al identificarse con el oficio y lugar de procedencia. Ibid. Cf. Vega. 2002. 88. Impreso. También les llamaron centros de formación, como el que Juan Vilar dirigía en Caguas, Centro de Estudios Ciencias Sociales.

[60] Rodríguez de Tió, Lola. Obras completas. IV. Trabajos inéditos en prosa. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1971. 135. Impreso.

[61] Cf. Althaus-Reid, Marcella. From feminist theology to indecent theology: Readings on poverty, sexual identity and God. London: SCM Press, 2004. 71. Impreso.

[62] Citado en Valle Ferrer, Norma. Luisa Capetillo: Historia de una mujer proscrita. San Juan: Editorial Cultural, 1990. MA. Centro de Estudios Puertorriqueños del Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1990. 93-94. Impreso.

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