Pasión de Justicia, Pasión de Transgredir: El Cuerpo entre Traducción y Performatividad en la Obra y Vida de Luisa Capetillo Perón

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I. Introducción

Al estudiarse el ensayo puertorriqueño una de las pensadoras menos reconocidas en el campo literario es la líder anarquista Luisa Capetillo Perón, aunque su obra inicia las luchas igualitarias para la clase trabajadora y las mujeres a principios de siglo XX.  De esa manera, la lectora de tabaqueras se forja como la primera filósofa feminista que escribió un ensayo contenedor del collage de géneros literarios mayores y menores, a diferencia de los ensayistas del canon hispanoamericano y nacional.  A su vez, el discurso tradicional de las instituciones socio-culturales es descentralizado por el discurso moderno soberano y libertario del sujeto mujer.  Esa transgresión, e incluso resistencia serán analizadas en sus obras: Ensayos Libertarios (1907), La Humanidad en el Futuro (1910), Mi Opinión sobre las Libertades. Deberes y Derechos de la Mujer… (1911) e Influencias de las Ideas Modernas (1916).[1]  Estas hipótesis dirigen esta investigación, ampliando el estado de la cuestión realizado por quienes tienden a resaltar su biografía antes que analizarla junto a su obra ensayística. 

La crítica ha encontrado que la obra de Luisa Capetillo ha padecido de exclusión histórica (Norma Valle) y exclusión literaria (Nancy Bird-Soto).  Sus ensayos son clasificados como autobiografía intelectual (Margarita Saona), género (Mary Louise Pratt), inquietudes sociales, políticas y educativas (Josefina Rivera de Álvarez), propaganda proletaria (Cesáreo Rosa-Nieves y Julio Ramos) y literatura de propaganda feminista obrera (Norma Valle y María M. Solá) o literatura menor (Julio Ramos y Teresa Peña-Jordán).  La calidad literaria es considerada pobre (Cesáreo Rosa-Nieves).  Se aproxima a la oralidad (Carmen Dolores Hernández) o fragmentos (Julio Ramos) e hibridez (Nancy LaGreca) textual o heterogeneidad feminista (Ivette Romero-Cesareo) y reflexión política alterna (Rafael Aragunde).  En el que el signo mujer es insertado como temática (María M. Solá), realizando un trabajo no tradicional de mujer (Milagros Rodríguez), y de traducción (Julio Ramos y Alan West) para lograr un cambio histórico (María M. Solá) a través de la obtención de libertades (Cristina Guzzo y María Arrillaga) o derechos ciudadanos (Josefina Rivera de Álvarez), ya laborales (Ivette Romero-Cesareo) o de las mujeres (Cristina Guzzo) o ambos, derechos laborales y de las mujeres (Norma Valle y Nancy LaGreca) en la esfera pública (Milagros Rodríguez y Margarita Saona).  Es considerada la primera escritora feminista puertorriqueña de principios de siglo XX (Rosa Santiago Marrazi y Norma Valle Ferrer).

Tanto Jürgen Habermas como Gilles Deleuze y Félix Guattari sirven de marco teórico a esta investigación.  El teórico social alemán Jürgen Habermas en Historia y Crítica de la Opinión Pública. La Transformación Estructural de la Vida Pública (1962) analiza la formación de la opinión pública en la esfera pública, la cual no surge ni del Estado, ni el mercado capitalista, generando así independencia para fomentar los derechos civiles o individuales.  Por el contrario, se gesta desde los cafés, la publicidad —literaria y política— hasta los medios de comunicación, y esta esfera pública funciona como mediadora entre la sociedad civil y el Estado.  Por su parte, los postmodernistas franceses Gilles Deleuze y Félix Guattari estudian la obra de Franz Kafka con el concepto de “literatura menor” escrita por minorías en Kafka. Por Una Literatura Menor (1975), donde la política es inseparable del arte y la vida.  Las epístolas, el diario, los cuentos y la novela son los géneros literarios que conforman la escritura menor.  Estos acuñan el significante “máquina” y “mapa” de conexiones o desconexiones entre autor, lengua, territorio, deseo y experimento.  Los teóricos comparten que la política surge de la literatura.

II. Luisa Capetillo, la Escritora y el Ensayo Americano al iniciar el Siglo XX

Una mujer debe tener dinero

y una habitación propia

si va a escribir…

– Virginia Woolf (1929).[2]

 

 

La crítica literaria clasifica al ensayo con finalidad didáctica o como “literatura didáctica” según Kurt Spang, a diferencia de la tripartita platónica dramaturgia, lírica y epopeya.[3]  Sin embargo, esa característica pedagógica puede hallarse con gradaciones no solo en el ensayo, sino, a su vez, en el teatro, la poesía, la novela y el cuento.  Desde Platón se ha mantenido al ensayo fuera de la enunciación literaria o lo que Rita de Grandis catalogó críticamente como “racionalidad binaria [Arte/Ciencia]”.[4]  La difícil definición del ensayo “reside tanto en su carácter de sustantivo (ensayo), es decir en tanto que género, como de su carácter de adjetivo (literario), esto es, de sus rasgos ficcionales”, explica José María Pozuelo Yvancos.[5]  Esa ambigüedad fronteriza del ensayo, como la narrativa, permite ser un género contenedor de otros géneros literarios, como una de sus características principales.  Además, en el ensayo pueden convergir diversas disciplinas “ideas y expresión artística, o pensamiento teórico o especulativo y arte”.[6]  En el ensayo de Luisa Capetillo se propone una naciente filosofía política feminista. 

Expresa Theodor Adorno que “[e]l ensayo no obedece a la regla del juego de la ciencia y de la teoría organizada según la cual, como la proposición de Spinoza, el orden de las cosas es el mismo orden de las ideas” en “El Ensayo como Forma”.[7]  Con el transcurrir del tiempo el razonamiento ensayístico adquirirá dos formas, los sistemáticos y los asistemáticos.  Contrario a los grandes tratados o sumas filosóficas y teológicas, estos últimos poseen mayor libertad formal, temática y estilística.  Entre estos, se destacan la Carta a Lucilo (Séneca), los Diálogos (Platón), las Meditaciones (Marco Aurelio), las Confesiones (san Agustín) y los argumentativos (retórica). Mientras, las epístolas (Antonio de Guevara) inician durante el Renacimiento.[8]  Pero no es hasta Ensayos (1580), voluminosa obra en dos tomos, escritos por el político humanista Michel de Montaigne que el ensayo moderno hace su aparición con un estilo fragmentado, con contenido biográfico que discurre sobre el yo, el carácter, las relaciones y las costumbres socio-culturales.

Cuando la anarcosindicalista arecibeña Luisa Capetillo publica sus libros, el naturalismo está en boga en Puerto Rico.  Con sus cuatro obras, Capetillo incursiona en los relatos breves, el teatro y el ensayo.  La narrativa naturalista, por su parte, inicia con Cosas (1893) de Matías González hasta su máximo representante, Manuel Zeno Gandía en Redentores (1925).[9]  Recientemente, Fernando Feliú expande la periodización, desde Inocencia (1884) de Francisco del Valle Atiles hasta la obra La Llamarada (1935) de Enrique Laguerre.[10]  Temáticamente, tanto Zeno como Laguerre elaboran un discurso literario sobre las problemáticas laborales de la clase trabajadora en las haciendas, de café (La Charca, 1894) y de azúcar (La Llamarada, 1935).  Más ampliamente, Feliú revisita los cambios en la representación del naturalismo a través de tres etapas (1894-1898), (1898-1914) y (1915-1935), debido a nuevas situaciones históricas en la realidad social.[11]  En esa representación literaria se percibe que el naturalismo está vinculado con el realismo.  El naturalismo, a su vez, está influenciado por las teorías mecanicistas del empirismo, el positivismo y la sociología.[12]  A esta difícil distinción entre tendencias literarias, Pedro Shimose le llamó “realismo naturalista”.[13]  Por su parte, el naturalismo latinoamericano predominante en la narrativa y la dramaturgia, también se encuentra en el ensayo, incluso en la poesía.  En adición, la ambientación puede estar ubicada tanto en la ruralía como en lo urbano. 

En Latinoamérica el ensayo no es considerado una “literatura menor”.  Tampoco el ensayo se encuentra en los géneros literarios usados por Franz Kafka, quien escribió desde el cuento, la novela, las epístolas y los diarios, que según clasifica Spang cubre tanto los géneros menores (cuento) como los mayores (novela).[14]  Sin embargo, para los teóricos Gilles Deleuze y Félix Guattari las características encontradas en la obra del praguense, y que constituyen una “literatura menor” son, exceptuando la extensión, una obra escrita por “minoría[s]” desde “una lengua mayor” (LM, 28).  Esta “literatura menor” tiene varios rasgos que la distinguen, entre estos que todo problema individual es un asunto colectivo y, por ende, político, aunque no todos concurran.  La aptitud de quien escribe, a su vez, está en disyuntiva, porque esta persona pertenece al pueblo y tanto su lenguaje como su proceso escriturario sufren dificultad (Cf. LM, 28).  Si bien el ensayo es el “centauro de los géneros” según Alfonso Reyes, es debido a que históricamente ha representado la literatura latinoamericana escrita por diversas minorías.  Se pueden mencionar algunas voces de estas, tales como Carta Respuesta (sor Juana Inés de la Cruz), Carta de Jamaica (Simón Bolívar), Bocetos (Clorinda Matto de Turner), Opiniones (Rubén Darío), Epistolario Americano (Gabriela Mistral), Mis Memorias (Alejandro Tapia y Rivera) y Meditaciones Acres (Nemesio Canales).  Si bien es cierto que estas personalidades latinoamericanas pertenecieron a grupos minoritarios –género, política, raza, sexualidad, saberes–, no puede obviarse que fueron doctos en sus lenguajes profesionales e influyeron en la cultura, algunos y algunas hasta en la política de sus concernientes países y épocas.   

Al estudiar la obra de Luisa Capetillo, Julio Ramos amplía la literatura menor cuando incluye “traducciones, proclamas, apuntes biográficos, fragmentos de oratoria, breves artículos y ensayos”.[15]  La ensayística capetillana enriquecerá esta aún más al insertar su biografía intelectual, relatos cortos, telegramas, fracciones de postales y cartas.  Estas últimas tres raras veces están datadas con fechas.  Además, su literatura se nutre con la labor de distintas autorías de diferentes nacionalidades y disciplinas.  Su escritura es sencilla, directa y en ocasiones, cercana a la oralidad.  Cabe la posibilidad de que muchos de sus escritos en la prensa obrera hayan desaparecido, pero esto se dilucidaría mejor con una investigación exhaustiva sobre esta escritura realizada en Puerto Rico, Cuba, Nueva York y Florida.[16]  Se tiene constancia de que fundó y editó la revista La Mujer (1910) no porque existan copias, sino por su inclusión en la labor realizada por el académico y máximo representante del ensayo treintista, Antonio S. Pedreira.[17]  Norma Valle Ferrer, por su parte, impidió que la obra de Capetillo quedase fuera de la historia.[18]  

Durante la época transicional entre soberanías acontecieron diversos sucesos de importancia para la industria tabaquera en la Isla.  Con la invasión estadounidense la clase propietaria criolla perdió sus tierras e instalaciones tabaqueras, aunque algunos ex-propietarios se quedarán al mando de la producción a ser exportada.[19]  En 1899, la Porto Rico American Tobacco Company se estableció en la antigua fábrica Toro & Compañía en San Juan y Ponce, perteneciente al empresario Luis Toro, y en la fábrica Rucabado & Portela, propiedad de Mateo Rucabado y J. Portela en San Juan y Cayey.[20]  Varias corporaciones tabaqueras se implantaron en la Isla a principios de siglo XX, entre estas: West Indies Cigar Company (1906), Santurce Tobacco Company (San Juan, 1911), La Plata Tobacco Company (Aibonito, 1913-1925), Cayey Tobacco Company (Cayey, 1921-1923), Río Hondo Tobacco Company (Bayamón, 1921-1925) y Ciales Tobacco Company (Ciales, 1921-1925).[21]  En Puerta de Tierra frente al Parque Luis Muñoz Rivera estuvo la fábrica de cigarros La Colectiva, que pertenecía a la Federación Libre de Trabajadores (FLT).  Pero no todas las fábricas se dedicaban a confeccionar el tabaco artesanalmente, hubo unas que despalillaban y otras que sembraban y compraban, o lo que se conoce como trabajo proletarizado.[22]  El terreno de estas fue regulado a 500 acres en 1900.

Capetillo fue lectora de hombres despalilladores probablemente en la West Indies Cigar Company, ya que era oriunda de Arecibo, cuarta ciudad más importante, después de San Juan, Ponce y Mayagüez, y desde allí se iniciará como escritora de periódicos obreros.  Entre el siglo XIX y el siglo XX, la clase trabajadora pudo apropiarse de los medios de comunicación y sostuvo más de una veintena de periódicos circulando en diversos pueblos del país de corta o larga duración.[23]  Esta masiva y constante producción de periódicos evidencia la importancia política y cultural de tener presencia en la esfera pública para la clase tabaquera y en general para el movimiento obrero puertorriqueño.  La Iglesia Católica, no obstante, acusó a la prensa de publicar artículos ofensivos a la Institución y de “impugnar o poner en duda las eternas normas de lo verdadero y lo justo y hacer odiosa a la Iglesia”.[24]  Las reprimendas realizadas por Pío IX contra las organizaciones sindicales de la clase trabajadora con la encíclica Quanta Cura en 1864, que fueron transcritas en el Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Puerto Rico se modificaron más tarde con la encíclica Rerum Novarum (1891) del Papa León XIII.[25]  En la cual se declaraba la inmoralidad del capitalismo por explotar como esclavos a la clase obrera, y se exigió a la clase terrateniente respetar la dignidad de sus subalternos.[26]

Otros eventos que afectaron grandemente la cotidianidad puertorriqueña fueron la maltrecha economía y las inmensas pérdidas ocasionadas por huracanes durante los traumáticos años al finalizar el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.[27]  Eran tiempos de producción mono-agrícola –azúcar, café, tabaco–, cambios de monedas, salarios paupérrimos, monopolio de bienes, endeudamiento de las clases burguesas criollas y la eventual pérdida de los medios de producción, capital ausentista, mercancía foránea, hambrunas, luchas sindicales, huelgas agrícolas (Arecibo, Aibonito, Bayamón, Cidra, Cayey, Guánica, Ponce, Fajardo, Humacao, Vieques, Utuado, Guayama y Patillas), huelgas portuarias (San Juan, Arecibo), huelgas de tranvías eléctricos (Santurce, San Juan, Ponce, Mayagüez), vandalismo a los centros de formación política como el Centro de Estudios Ciencias Sociales (Juan Vilar), incautación de libros y periódicos, daño a la propiedad intelectual como proyectos de ley propuestos (HF, 76), movilizaciones migratorias internas y externas, enfermedades mortales (anemia y cólera morbo), incendios y terremotos.  Hubo luchas feministas, exigencias de igualdad de condiciones laborales, reflexión del lugar socio-político de la mujer por ella misma, emancipación de la mujer y sufragio de las mujeres –alfabetas (1929) y analfabetas (1935)–, la fundación de revistas, periódicos y organizaciones feministas desde la clase profesional y la clase obrera, tal como la Asociación Feminista Popular de Mujeres Obreras de Puerto Rico (1920, Franca de Armiño, Genara Pagán y Carmen Puente).[28]  Otras fundaciones importantes fueron el Casino Español en Puerto Rico (1871-1940), la Sociedad Anónima de Crédito Mercantil (1877, fundadores Pablo Ubarri, Guillermo Mullenhoff, Manuel Vicente y José Caldas), la Sociedad de Agricultura (fundadores Julián Blanco y Gregorio Ledesma), el Banco Territorial y Agrícola de Puerto Rico (Viejo San Juan, 1893-1938, fundadores Julián Blanco y Gregorio Ledesma), la Asociación de Prensa (1910, fundador Manuel Zeno Gandía) y la concretización de la industria de bordados impulsada por la Primera Guerra Mundial (1920, María Luisa Arcelay de la Rosa). 

Para la época la prosa ensayística discurre sobre el pensamiento y el alma americana –caribeña y latinoamericana– desde la clase letrada profesional.[29]  Con instrucción la clase tabaquera se incorporó a las letras y la escritura a finales de siglo XIX e inicios de siglo XX, siendo la única clase obrera letrada.[30]  Aunque ya de por sí la adquisición de la palabra es, según Luis Felipe Díaz, la entrada a una semiosfera burguesa y capitalista, esa inserción al mundo letrado fue conflictiva.[31]  En la historiografía literaria se observa que la pertinencia del ensayo obrero ha sido minusvalorada en comparación con la ensayística de la clase letrada fundacional.  En el caso de Luisa Capetillo puede deberse a que la autora pertenece a una minoría trabajadora, o asume una política contestataria a la hegemónica, que Cesáreo Rosa Nieves catalogó como “proletaria, en pugna contra la burguesía centralista [hacendada]”.[32]  Por otra parte, se ha mencionado la pobre calidad estética de su obra.  Varios factores pueden haber influenciado su estilística, ya internamente como externamente.  Entre estos, las circunstancias socio-económicas y políticas en las que Capetillo escribió.  Así como, la mínima literariedad en su ensayística moderna, inclusive en su dramaturgia.[33]  También da la impresión que escribía con mucha información que intentaba comunicar o debatir con prisa o enojada, y hasta la posible alteración editorial de su discurso.

Esta clase tabaquera escribió su propia vivencia y reflexión diferenciada de la clase hacendada y profesional en distintos géneros literarios.  Contrario al “trauma” adolecido por la clase burguesa, la época de transición fue intelectualmente productiva para esta clase letrada.  Sus principales exponentes en el ensayo obrero fueron el tipógrafo Ramón Romero Rosa, la lectora Luisa Capetillo, el muellero Eduardo Conde, el zapatero Juan S. Marcano y el tipógrafo José Ferrer y Ferrer, quienes manifestaban los intereses de su clase, sus ideales y prácticas idóneas, así como analizaban la realidad obrera en tertulias, discursos, prensa y libros.[34]  Estos son algunos de los medios que influencian la cultura y sociedad en la esfera pública.  La cultura moderna de opinión pública expresada en libros amplía la noción original de comunicación expuesta por Jürgen Habermas, aunque es menos inmediata en la palestra pública, como por ejemplo la prensa y el teatro (OP, 52, 68ss, 78).[35]  A menos que el teórico interprete la “publicidad literaria” tanto para la prensa como para la literatura (OP, 72, 78ss).[36]  Esta publicidad político-cultural estaría restringida a la clase culta.  Esa nueva clase de líderes trabajadores con sus variopintos oficios redefinirán la nueva clase letrada inmersa en los asuntos políticos, intelectuales y artísticos en Puerto Rico a principio de siglo XX, contrario a la esfera pública burguesa estudiada por Habermas.[37]  La narrativa, por su parte, no fue la excepción al mundo obrero o escrita por tabaqueros, caben mencionarse a Estercolero (1889, José Elías Levi), La Gleba (1913, Ramón Juliá Marín) y Memorias de Bernardo Vega (1977 póstuma, Bernardo Vega).  En el caso de la novela Luz y Sombra (1903, Ana Roqué) su trama y su autora, sin embargo, procuran la emancipación de la mujer profesional puertorriqueña. 

Aunque se ha creído que las clases proletarias “no convergen” con la clase profesional, ni la clase propietaria, esto se debe a la poca atención a los derechos exigidos por la clase obrera, que ya disfrutan las clases terratenientes y pudientes.[38]  Con una frontal crítica al capitalismo déspota en el país, originado por la tecnología e industrialización,[39] Ramón Romero Rosa, con su seudónimo R. del Romeral, denuncia la crisis económica y de salud de toda la clase obrera en la persona del hablante

…Pero de nada me han valido los progresos de las ciencias, de las artes y de las letras, si muero porque no puedo utilizar la medicina; si muero por el excesivo trabajo y la escasez de alimentos han gastado mis pulmones; si muero porque la higiene y el abrigo no han estado a mi servicio.[40]

 A esta situación de opresión hacia la clase proletaria por parte de las clases dirigentes, Capetillo afirmará la perpetua y vetusta dominación estatal y eclesial en el siglo XX

[P]obres trabajadores, víctimas de la usura y la explotación… vosotros sois la eterna mina, de donde extraen inmensos tesoros la burguesía y las religiones. Vosotros sois la inmensa mole donde descansan los gobiernos; sobre vuestras doloridas espaldas, ascienden el poder de los tiranos. Sois los eternos peldaños donde confiadamente posan sus pies… (MO, 148).

El anticolonialista Romero Rosa destaca en sus escritos que la explotación proviene de la clase terrateniente capitalista, y que la mujer proletaria debe organizarse políticamente.  Lidera una conferencia sobre “La Mujer Obrera Organizada” en Ponce durante el 1904.  En 1914 se posiciona en atraerlas a los sindicatos para que luchen junto con los varones trabajadores en el reclamo de sus derechos laborales por medio de huelgas generales.  Pero las mujeres al recibir menor paga por igual desempeño, levantaron la animosidad de sus compañeros varones, quienes sintieron amenazado su empleo.[41]  La animosidad se tornó en obstrucción a tal punto que varias mujeres se quejaron en el periódico Unión Obrera, perteneciente a la Federación Libre de Trabajadores.[42]  Para esa época, la mano de obra compuesta por mujeres era de 30%.[43]  Capetillo se quejará de la irresponsabilidad en el trabajo debido a los vicios de algunos hombres (EL, 62) o el ocio, según Hannah Arendt.[44]  Pero hubo líderes que supieron interpretar el patriarcado contra estas y posicionarse de su lado.  Uno de esos líderes fue Juan S. Marcano, quien defenderá la posición de subordinación de la mujer, escrita en Páginas Rojas con el título “La Mujer Obrera”

La mujer siempre ha sido víctima propiciatoria del despotismo, de la tiranía y de la autoridad del hombre y de la sociedad. […] Pero ya es hora de que esto termine. La mujer obrera es nuestra compañera de miseria y de privaciones… El partido socialista, por medio de sus luchas cívicas, mantiene el derecho de la mujer a tomar parte en todas las cuestiones sociales…[45]

Como ensayista modernista de principios de siglo, Luisa Capetillo incursionará en una escritura filosófica obrera que estará “más atenta a la realidad del momento”.[46]  Esa filosofía política, sin embargo, será feminista.  Capetillo analiza la cultura puertorriqueña citadina desde la clase tabaquera empobrecida, clase trabajadora de hombres y mujeres, y procura su concienciación y militancia por los intereses de su clase y género con el propósito de obtener mejores políticas laborales y económicas para el disfrute de una mejor calidad de vida material (Cf. OP, 62).[47]      

De esa manera esta inquieta mujer propagandista incursiona en las letras ensayísticas obreras a principios de siglo XX, cuyo género literario estaba dominado por hombres –letrados u obreros–.  Capetillo escribió porque era su vocación, iniciativa y esfuerzo (Cf. IM, 225).  Afirmará sobre la escritura: “[m]e atrae de un modo irresistible la literatura, escribir es para mi la más agradable y selecta ocupación… [estoy] dispuesta a cultivar este arte y perfeccionarme en él” (IM, 225).  La finalidad de su obra, en adición a educar, es criticar los problemas sociales que les aquejan y, a su vez, cuestionar, incluso transgredir los modos de producción patriarcales y costumbres institucionales: “el móvil único que me ha impulsado a escribir, aparte del deleite que me proporciona, ha sido decir la verdad” (IM, 225-226).  La situación de marginalidad y vulnerabilidad de la mujer ante la constante inestabilidad económica fue una de las preocupaciones en el pensamiento de Luisa Capetillo, y también fue un motivo para luchar desde las letras con un “mestizaje de estilos”.[48]  Esta develó parte de su espacio íntimo por su deseo didáctico y para “afirma[r] pertenencia al espacio público del debate intelectual”.[49]  Por esa razón, su ensayística filosófica será pragmática, o una “filosofía social” como clasificara Ángel Quintero Rivera.[50]

III. La Capetillo, Mujer Apasionada por la Justicia Libertaria en la Esfera Pública

Trincheras de ideas valen más

que trincheras de piedra.

– José Martí.[51]

 

A partir de 1850, las mujeres instruidas se valieron de la escritura y la prensa para reclamar sus propios derechos para alcanzar el bienestar “en todas las manifestaciones de la vida” (IM, 181).  La cultura intelectual de Capetillo y su pasión de justicia y libertad humana la condujeron a reclamar los derechos de las mujeres a través de su actividad pública y de la palabra escrita durante el nuevo Gobierno colonial.[52]  Durante el período en que escribe su obra (1907-1916), la reflexión filosófica realizaba la tarea de “nodriza del derecho y la literatura” hasta los años ’30 del vigésimo siglo, según establece José Antonio Franquiz.[53]  Los cuatro libros de Capetillo recogen su pensamiento filosófico feminista sobre la sociedad, el gobierno, la política, la emancipación de la mujer, la emancipación proletaria, los derechos laborales, el derecho al voto universal de las mujeres, la relación familiar, los derechos sexuales, la higiene, la encarnación de la espiritualidad cristiana y el cooperativismo.[54]  A ese estudio fenomenológico sobre las situaciones que enfrentaba la clase obrera junto a los avances de las ciencias y las humanidades en sus obras, la voz ensayística les llamará “detalles críticos, conceptos filosóficos, argumentos científicos, narraciones históricas [y] descripciones sociales” para hacer “meditar, conocer, concebir, reflexionar y protestar” (IM, 218).  La escritura menor de Capetillo reivindica los valores ilustrados defendidos por la modernidad.  La estilística de su ensayo fue “ácrata”, en la terminología rubendariana sobre el modernismo.[55]    

Los derechos modernos de justicia, libertad, conocimiento científico, razón, igualdad, felicidad y progreso son exigidos por la clase proletariada.  Desde la Federación Libre de Trabajadores varios grupos de mujeres exigieron igualdad de derechos económicos y emancipación laboral.[56]  Los reclamos consistían en igual paga para mujeres y hombres, establecer un salario fijo, acondicionar los talleres, aumentar las protecciones laborales y abolir el trabajo de menores de 16 años.  La clase trabajadora vivía en los peores índices de pobreza, careciendo de alimento, agua potable, vestido, calzado, higiene y salud (Cf. EL, 47, 62).  Para la época, el oficio mejor pagado era la industria del tabaco, aún así estaban en estrechez, según Bernardo Vega cobraban aproximadamente $30dlls.[57]  La clase obrera era la máquina humana de la producción agrícola.  Pero no será hasta décadas más tarde que algunas de sus peticiones laborales se concretarán con la Ley No. 45 de 9 de junio de 1919.  El oficio de leer mientras se elaboraba el tabaco fue ejercido por Luisa Capetillo a principios de siglo XX, la costumbre cubana era que los obreros pagaban la intervención informativa y educativa en la tribuna

Each cigarmaker pays into the funds . . . fifteen cents a week, creating a revenue of $50 to $75 a week. […] Cigarworkers jealously guarded their customs, which included not only reading but also free smokes, café con leche, and the freedom to set the pace of work. Many workers regarded technology as the great enemy.[58]

Capetillo, por su parte, romperá con el discurso androcéntrico de la filosofía cuando origina la conceptualización del lenguaje inclusivo al incluir a la mujer en el discurrir.[59]  La comprensión de la libertad humana la llevará a desarrollar su postura ante las costumbres político-culturales de la época.  Su discurso entonces no persigue la liberación nacional como José Martí, sino propone una política libertaria del cuerpo, porque la mujer era la nueva esclava que debía liberarse del dominio económico y patriarcal nacional y foráneo.  Con su prédica emancipadora criticaba a la clase propietaria agrícola que producía la insalubridad y el sometimiento aniquilador a las mujeres obreras (Cf. EL, 46).[60]  Por ese motivo, la hablante ensayística asume la voz médica y legal:

Y la mujer… no es saludable, porque se le niegan sus derechos; y no habiendo salud no hay energías y un pueblo sin energías… no puede hacer nada por sí mismo; esos pueblos son y serán esclavos de aquellos otros pueblos que han libertado a la mujer. […] Tener a la mujer esclava, es tener la libertad presa […] La mujer libre. ¡Ahí está el problema! […] Los pueblos sin salud, son pueblos muertos, inútiles para la defensa de sus libertades (MO, 102).

La metáfora de la enfermedad desde el naturalismo es localizada en la mujer como sujeta desprovista de vitalidad y, por ende, de voluntad para poder reclamar sus derechos y las libertades del país en la esfera pública (Cf. EL, 65).[61]  En el discurso la mujer pasa a simbolizar a los pueblos esclavizados por otras naciones con mujeres libres y mejor alimentadas.  La descripción subsume el color de piel de esa mujer-pueblo insana y esclavizada.  También se silencia la necesidad de trabajo que le proporcione el dinero que sufragará la manutención que proveerá el vigor, la salud física y mental para defender sus intereses de género y de clase.

Capetillo, sin embargo, reconocía la importancia cardinal del trabajo y que la mujer trabajase.[62]  También creía en la libertad para escoger oficio o profesión a ejercerse, siempre que se atendiera la tierra para un mejor desarrollo económico que elevara la calidad de vida (Cf. HF, 73ss).  Es por esto que instruye a sus “hermanos” obreros a resistir la creencia en la felicidad escatológica por la felicidad encarnada, ya que eran la clase creadora de la “riqueza pública” y la gobernanza propia también era un asunto político de clase, género y derecho laboral.[63]  El disfrute de lo producido por la clase trabajadora puede apreciarse en el texto bíblico: “No hay cosa mejor para el hombre [y la mujer] que comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo” Eclesiastés 2:24.  Pero la clase eclesial conservadora maridada con el naciente capitalismo y la clase terrateniente falsearon el orden de prioridad para su propio bienestar.  Es por esto que en el ensayo capetillano el discurso sea inmanentista y aconseje a defender su ocupación, así

No olvidéis trabajadores que no debéis aceptar ninguna religión que no empiece por aceptar la defensa de vuestro trabajo, que es la base donde descansa vuestra pobre felicidad doméstica (EL, 57).[64]

A pesar de que Capetillo era creyente, fue una de las voces más críticas hacia las posturas y los dogmas religiosos (MO, 139).[65]  Su pensamiento puede catalogarse de implementar la espiritualidad cristiana secularmente, profesada en la palestra pública.[66]  Por esa razón sus obras manifiestan resistencia y hasta transgresión a las políticas sociales de los curas y obispos estadounidenses en suelo puertorriqueño a principios de siglo XX (MO, 88).[67]

El discurso moderno soberano y libertario de Capetillo se centralizará en el cuerpo de la mujer proletaria.  Su filosofía familiar feminista originó la teoría del amor libre desde la experiencia americana, influenciada por el amor libre y comprometido de sus progenitores, la francesa Luisa Margarita Perone/Perón y el español Luis Capetillo Echevarría y la biblioteca feminista anárquica, romántica, realista y naturalista principalmente francesa.  El deseo de Capetillo fue unirse libremente a su amor de juventud Manuel Ledesma Figueroa, hijo de Gregorio Ledesma y Navajas, Marqués de Arecibo (1839-1859) y Micaela Figueroa y Girau.  La imposibilidad de esa unión no impidió, sino que estimuló el desarrollo de la teoría libertaria en el amor y la sexualidad, la que procuraba una nueva relación entre un hombre y una mujer, pero también exigía una nueva masculinidad.  Su deseo erótico, sin embargo, fue utópico por romántico.

Contrario a las uniones concertadas por la Iglesia o la alta sociedad, la conceptualización de la “gran familia” que Capetillo propagaba era la unión libre o ácrata entre un hombre y una mujer por amor y compatibilidad (MO, 91).[68]  Este enlace debía ser sin casarse, porque estaba en contra del matrimonio al que llamaba “fórmulas” y “convenciones” tanto de la Iglesia Católica como del derecho civil (MO, 90).  Esa unión libre desobedece a la Iglesia y desacata al gobierno estatal, pero también al sistema de honor que sostiene (MO, 114).  La teoría del amor libre consiste de dos personas autónomas, libres e integrales que se profesan amor, respeto, compromiso y apoyo mutuo en una relación de convivencia o “concubinato” en la que ejercen sus libertades a entregarse al disfrute natural del placer y deseo sexual (Cf. MO, 101, 117-118).[69]  Esta pareja ideal forma una “familia libre” sin dominio jerárquico de sujeción, ni sumisión como en el “hogar doméstico”.  Esa relación libertaria de pareja buscaba un cambio al interior de su organización, y de no funcionar la pareja aconsejaba la separación, de ahí que su promoción fuera un escándalo público en la sociedad puertorriqueña en los inicios de siglo XX. 

Con la promoción de la unión libre, Capetillo transgredía las Instituciones que regulan la familia –Iglesia y Estado– y el enlace económico burgués.  Capetillo deseó transformar el tipo de relación amorosa a tenerse, pero no conmutó su contenido o “contrato heterosexual”.[70]  Capetillo rechazó la homoeroticidad, aunque solo la mencione en una ocasión, con la misma nomenclatura religiosa antigua del “delito contra natura del mismo sexo” (MO, 117), sin darse cuenta que su percepción, como algunas Iglesias, no llega a comprender la amplitud de la felicidad erótica al no reconocer la libertad de orientación sexual para amar a una persona del mismo sexo.

Inside the Christian tradition, heterosexism and misogyny are the most blatant forms of hostility against sexuality. The resistant of most churches to sex education, birth control, and procreative rights is an outrageous fact… Compulsory procreation is buttressed ideologically as an a priori condition of creation or as an indication of normalcy and the natural mode of human life. And on this basis, gay and lesbian relationships are condemned. Christian repression against those who “come out” (because they know how destructive remaining “in the closet” is for the true meaning of human sexuality) is a grievous assault on our being created in God’s image. Such repression sustains a culture of domination through manipulation of fear and guilt by religion.[71]  

La arecibeña, por su parte, fue quien primero politizó la territorialidad espacial y simbólica del cuerpo de la mujer en Puerto Rico a principios de siglo XX.  El discurso y lo performativo en Capetillo transgreden los códigos sociales y conductuales del significante “mujer” en la vestimenta, en la labor de lectora, al razonar filosóficamente, al escribir desde el ensayo y al ser propagandista política, ya que entendió que como feminista era su “libérrimo derecho” (Cf. MO, 158).[72]  Fue la primera que retó los códigos de vestimenta al performar el intercambio de vestidos por la falda-pantalón al estilo de anarquistas feministas francesas, pero las superó cuando utiliza el traje formal de vestir masculino a la usanza de la época.[73]  Cuba no resistió ese cambio abrupto de vestimenta por una mujer anarco-socialista y Capetillo fue apresada por el escándalo, ocasionado en la calle Neptuno durante el verano de 1915, quedará absuelta al exponer que es “más higiénico” y que era su costumbre en todos los países en que había vivido y estado sin haber sido “molestada”.[74]  La prensa cubana reseñó el suceso de la empantalonada ampliamente.[75]  Contrario a su labor de lectora ejercida en Puerto Rico y los Estados Unidos, Cuba no tuvo mujer lectora hasta la década de los ’60s.[76]  Pero su vestimenta ocasionó reacciones también en la sociedad puertorriqueña, y quedó plasmada en una copla popular: “Doña Luisa Capetillo, con razón o sin razón, ha armado tremendo lío con su falda pantalón”.  El abogado y literato del Partido Unionista, Nemesio R. Canales enfrentó al patriarcado puertorriqueño por sus vejámenes en Paliques, cuando le reprocha a los “amos” que “a cada paso hacen chistes pedestres a propósito de la falda-pantalón o de tal nimio detalle o incidente de la labor feminista…”.[77] 

Capetillo, a su vez, se dedica a analizar lo expresado sobre la mujer por pensadores canónicos y proponer su filosofía feminista.  Ante el argumento biológico de la maternidad como destino y el espacio privado del hogar como lugar de la mujer sostenido por la Iglesia, y la internalización simbólico-cultural tanto en la clase proletaria, Ángel Dieppa como en la clase burguesa, José de Diego.  Capetillo ejercerá el oficio de lectora de tabaqueras, escritora, propagandista, agitadora y lideresa huelgaria.  De esa manera descentraliza la institución eclesial y el simbolismo socio-cultural que dividía no solo el espacio de pertenencia, sino las tareas laborales a dedicarse, según el sexo.[78] 

Estará en desacuerdo con la aseveración de que la mujer no es racional, expresada por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer (MO, 160).  Capetillo como defensora de la racionalidad de la mujer y fiel creyente del derecho de la mujer a pensar por sí misma o el kantiano sapere aude exhortará a las mujeres a liberarse de la ignorancia a través de los saberes de la época para su desarrollo personal y autosuficiencia económica allende su reinado doméstico como mujer-madre o ante la posibilidad de un mal hombre (MO, 160, 164).  Como obrera del pensar insistía en que cada mujer debe no solo educarse, sino ser propietaria de sí misma, posibilitado por el trabajo para no tener que depender del hombre, así como poder adquirir las “comodidades modernas” (EL, 57).  El conocimiento alcanzado también le permitirá poder reflexionar con erudición la cultura y los debates políticos y legales que afectan el desarrollo propio y de toda vida tanto de forma oral en los lugares que frecuentan, tales como casinos de artesanos, cafés y tribunas tabaqueras hasta las formas impresas, entre estas hojas sueltas, boletines, prensa y libros.[79]  La borinqueña Dolores Rodríguez de Astudillo y Ponce de León, mejor conocida como Lola Rodríguez de Tió también estará convencida de que la instrucción promovería los derechos ciudadanos: “Sepámoslo de una vez: A la ignorancia sólo le es dado engendrar esclavos. A la Ilustración formar obreros del pensamiento y ciudadanos de la patria”.[80]  A lo que Capetillo añadirá: “¡Abajo la civilización hecha con la esclavitud de las mujeres!” (MO, 163, 112).

El pensamiento filosófico pragmático de Capetillo también reflexionó sobre la economía local y las necesidades apremiantes de la “clase productora” (EL, 43).  Desde su primer libro establece la importancia de manufacturar textiles, ropa y calzado localmente (EL, 62), lo que ocurrió ante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), con mujeres bordadoras a domicilio.[81]  Mientras, en su último libro anheló la creación de una Granja Escuela Agrícola para que las futuras generaciones aprendieran los oficios agrarios (IM, 181), esta iniciativa a realizarse junto a Samuel Gompers se truncó al Santiago Iglesias Pantín oponerse.  Otro asunto que le preocupaba eran los paupérrimos salarios ganados por los trabajadores y las trabajadoras, que les impedían tener ahorros (EL, 47).  Es por esto que a Capetillo le interesó la filosofía cooperativista que asegurara la estabilidad económica de la clase obrera.  Por tal motivo, estudió al escocés Samuel Smiles (EL, 50) y criticó posturas legales del Partido Unión, entre estos al abogado y literato puertorriqueño Rosendo Matienzo Cintrón (EL, 53).  Aunque en Puerto Rico existieron sociedades económicas y bancos desde la colonia española es con la invasión estadounidense que va mermando la Sociedad de Socorros Mutuos y floreciendo las Cooperativas, este tipo de organización inició en Inglaterra durante el año de 1844.[82]  Las Cooperativas fueron creadas para el ahorro y el crédito tanto en la agricultura como en el comercio, pero quienes disfrutaron de esa membresía fueron la pequeña burguesía compuesta por los terratenientes, propietarios y comerciantes criollos.  En 1908, Matienzo Cintrón cabildea en la legislatura a favor de su creación.  Ese mismo año se crea la primera cooperativa Liga Agraria (1908), con el propósito de retener la tierra en manos de agricultores puertorriqueños y no de los monopolios extranjeros.  Décadas más tarde se consegirá legislación sobre la organización y proceso operacional de cooperativas de consumo y producción, con la Ley 3 del 6 de mayo de 1920.  Desde entonces, las cooperativas se multiplicaron por varios pueblos, entre estos Comerío, Cayey, Aibonito, San Lorenzo, Orocovis, Cidra y Bayamón.  Aunque las tabaqueras pasaban por una reducción económica, lograron colocarse en 25.3% en exportación de cigarros.[83] 

El sueño de Capetillo por establecer cooperativas para la clase tabaquera, si embargo, se consiguió luego de fenecida.  Con la aprobación de la Ley 291: Ley General de Sociedades Cooperativas el 9 de abril de 1946, se asegura

un mayor poder adquisitivo a los escasos recursos de nuestra población, de suerte que haya mayor cantidad de bienes para consumir y el disfrute de más y mejores servicios sociales y económicos, tanto la compra de artículos para el consumo de la vida diaria, como la prestación de los servicios varios que debe recibir la comunidad, deben organizarse, hasta donde las circunstancias lo justifiquen, en forma cooperativa.

El interés por las cooperativas del jesuita Antulio Parrilla Bonilla, SJ iniciará mientras estudia su maestría en economía.  Pero no será hasta finales de los ’60 que podrá impulsar activamente el cooperativismo.  Las cooperativas eran dirigidas al ahorro, el crédito y los seguros, las cuales promovía con la Liga de Cooperativas de Puerto Rico (1948) de la cual fue asesor y con el establecimiento del Instituto de Cooperativismo de la Universidad de Puerto Rico (1968-1970).[84]  Parrilla Bonilla impartirá clases sobre cooperativismo en el Recinto junto a Ana María O’Neill y Mercedes Amalia Marchand.  Desde entonces, buscará fortalecerlas y expandirlas para elevar la dignidad de la vida de las personas que menos tienen, la clase trabajadora. 

IV. Conclusión

La lectora de tabaquería, Luisa Capetillo Perón fue bien conocida en la organización sindical de la clase obrera y en las luchas socio-económicas, feministas, legales y culturales de Puerto Rico de principios de siglo XX.  Deseó una nueva humanidad al traducir la modernidad europea, de ahí que pregonara oralmente y por escrito su filosofía política feminista en la “esfera de acción”, según Rodríguez de Tío, para la realización de la felicidad.  Esta labor amplía la clase social y económica que compone la “esfera pública” de Habermas, pero también extiende la “literatura menor” de Delueze y Guattari al estar escrita desde el ensayo.  Capetillo, a su vez, reafirmó que América no escribe arte por arte y la mezcla de tendencias en su estilo, como el romanticismo, naturalismo y realismo, confluye con el modernismo en Puerto Rico.       

Su filosofía se basó en la libertad y la justicia para la forjación de derechos civiles y humanos, por lo cual se resistió a políticas económicas degradantes y a dogmas y legalidades.  Por esos motivos, las metáforas resistencia y transgresión son las que mejor describen la epistemología de lucha social para que la clase obrera tenga una vida plena y en amor libre.[85]  Aunque no fue la única mujer en hacerlo, Capetillo rompió con el binomio de roles al apoderarse de todos los signos considerados masculinos: razón filosófica, escritura, trabajo, economía, política, activismo; incluso la clase social, porque predicaba la fraternidad universal.

A veinte (20) días de fallecida se le dedicó el Día Internacional de la Clase Trabajadora en República Dominicana.  Allí José Casado la describió como “la más viril combatiente mujer que compartió con nosotros los azares de la lucha por el bienestar y se identificó con los dolores de este pueblo miserable encadenado”.[86].

 

Notas

[1] La obra de Luisa Capetillo es la siguiente: Ensayos Libertarios. 2da ed. Mayagüez: Imprenta Unión Obrera, 1909. Arecibo: Tipografía Real Hermanos,  1907. Impreso.;  La Humanidad en el Futuro. San Juan: Biblioteca Roja, 1910. Impreso.;  Mi Opinión. Sobre las Libertades, Derechos y Deberes de la Mujer como Compañera, Madre y Ser Independiente. La Mujer en el Hogar, en la Familia, en el Gobierno. 2da ed Tampa, FL: Imprenta de Joaquín Mascuñana, 1913.  San Juan: Biblioteca Roja, 1911, Impreso.;  e Influencias de las Ideas Modernas. San Juan: Tipografía Negrón Flores-Luna, 1916. Impreso.

[2] Woolf, Virginia. Una Habitación Propia. Trad. Laura Pujol. 6ta reimp. Barcelona: Editorial Seix Barral, 2008. Impreso.

[3] Spang, Kurt. Géneros Literarios. 2da reimp. Madrid: Ediciones Síntesis, 2000. 27. Impreso.;  Platón. “Libro Tercero.” La República o El Estado. Santo Domingo, República Dominicana: Editora Alfa & Omega, 1985. 102. Impreso. 

[4] Grandis, Rita de. “El Ensayo entre la Ficción y el Pensamiento.” Revista Iberoamericana LXXVIII.240 (Julio-Septiembre 2012): 495. Impreso.

[5] Pozuelo Yvancos, José María. “El Género Literario ‘Ensayo’”. El Ensayo como Género Literario. Eds. Vicente Cervera, Belén Hernández y María Dolores Adsuar. Murcia: Universidad de Murcia, 2005. 179. Impreso.

[6] Aullón de Haro, Pedro. “El Género Ensayo, los Géneros Ensayísticos y el Sistema de Géneros.” El Ensayo como Género Literario. Eds. Vicente Cervera, Belén Hernández y María Dolores Adsuar. Murcia: Editorial de la Universidad de Murcia, 2005. 16. Impreso.

[7] Adorno, Theodor W. “El Ensayo como Forma.” Notas de Literatura. Trad. Manuel Sacristán. Barcelona: Editorial Ariel, 1962. 19. Impreso.  

[8] Estébanez Calderón, Demetrio. Diccionario de Términos Literarios. 6ta reimp. Madrid: Alianza Editorial, 2008. 326-327. Impreso.

[9] Guzmán, Julia María. “Realismo y Naturalismo en Puerto Rico”. En Literatura Puertorriqueña 21 Conferencias. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1969. 14-19. Impreso.

[10] Feliú Matilla, Fernando. “Del Microscopio al Automóvil: Hacia una Redefinición de la Novela Naturalista en Puerto Rico.” Revista Nuestra América (Enero-Julio, 2010): 226, 228. Impreso.

[11] Ibid. Feliú Matilla. (Enero-Julio, 2010): 228. Impreso.

[12] Cf. Tollinchi, Esteban. Los Trabajos de la Belleza Modernista 1848-1945… San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2004. 6-7. Impreso

[13] Shimone, Pedro. Historia de la Literatura Latinoamericana. 3ra ed. Madrid: Editorial Playor, 1999. 183. Impreso.

[14] Ibid. Spang. 2000. 107-109. Impreso. 

[15] Capetillo, Luisa. Amor y Anarquía: Los Escritos de Luisa Capetillo. Ed. Julio Ramos. San Juan: Ediciones Huracán, 1992. 39. Impreso.

[16] En los cinco años cubiertos en la tesis de maestría de Militza Suárez Figueroa no hay ningún artículo periodístico escrito por Capetillo en dos periódicos obreros.  “Otra Lucha por la Igualdad: La Mujer en los Periódicos Unión Obrera y Justicia de 1915-1920.” MA. Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 2000. Impreso.

[17] Pedreira, Antonio S. El Periodismo en Puerto Rico. Bosquejo Histórico Desde su Iniciación Hasta el 1930. Río Piedras: Editorial Edil, 1982. La Habana: Imprenta Úcar. García y Cía., 1941. 314. Impreso.

[18] Valle Ferrer, Norma. “Luisa Capetillo en la Historia.” El Nuevo Día 5 de Marzo de 1998: 53. Impreso.; y Valle Ferrer, Norma. “Una Mujer Ignorada por la Historia.” El Tacón de la Chancleta 1:2 (Febrero 1975): 6. Impreso.

[19] Cf. Díaz, Luis Felipe. De Charcas, Espejos, Infantes y Velorios en la Literatura Puertorriqueña. 2da ed. corregida y aumentada. San Juan: Isla Negra Editores, 2011. 31. Impreso. 

[20] Cf. Ayala, César J. y Rafael Bernabe. 2011. 69. Impreso.;  Cf. Baldrich, Juan José. Sembraron la No Siembra: Los Cosecheros del Tabaco Puertorriqueños Frente a las Corporaciones Tabacaleras, 1920-1934. San Juan: Ediciones Huracán, 1988. 39-40. Impreso. 

[21] Ibid. Cf. Baldrich. 1988. 75. Impreso. Cf. Dietz, James L. Historia Económica de Puerto Rico. 3ra Reimp. Río Piedras: Ediciones Huracán, 2002. 135, 145. Impreso.

[22] Ibid. Cf. Baldrich. 1988. 41-43. Impreso.; Cf. Galeano, Eduardo. Las Venas Abiertas de América Latina. 21ra reimp. Buenos Aires: Catálogos, 2002. 335. Impreso.

[23] Algunos de los periódicos obreros son: Yo Acuso (Caguas, 1914-1917), Justicia (FLT-San Juan, 1914-1925 dirigido por Santiago Iglesias Pantín), La Voz del Obrero (San Juan, 1903-1937), Unión Obrera (San Juan y Ponce/Mayagüez -PSO, 1915/1935, FLT, 1904/1915-, dirigido por Julio Aybar y SIP), La Voz de la Unión (Arecibo, 1914, dirige José Limón de Arce), El Deber (1913), El Tipógrafo (San Juan, 1911), Voz Humana (Caguas, 1906), Obrero Libre (Mayagüez, 1902), El Pan del Pobre (San Juan, 1901), La Justicia (Ponce, 1901), La Miseria (San Juan, 1901), La Voz Popular (Arecibo, 1899-1900, dirigido por Juan C. Prats Bonilla), El Porvenir Social (San Juan, 1898-1902), Liga Obrera (Ponce, 1898-1899, dirigido por Fernando J. Matías).  Antes llevaba por nombre La Voz del Obrero, perteneciente a la FLT-Ponce, cerró en 1899.  San Ciriaco (Aguadilla, 1899), El Vesubio (Mayagüez, 1898, dirigido por González Quiara, luego por Eduardo Conde), Ensayo Obrero (San Juan, 1ro de mayo de 1897, SIP, José Ferrer y Ferrer, Ramón Romero Rosa, Fernando Gómez Acosta y Juan Vilar), Revista Obrera (1893), El Eco Proletario (1892) y El Obrero (1889-1890).  En cambio, la radio no tuvo presencia en la Isla hasta el 1922.   

[24] “Discurso de su Santidad.” Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Puerto Rico XXI.7 (Abril 1871) Impreso.;  Silva Gotay, Samuel. Catolicismo y Política en Puerto Rico. Bajo España y Estados Unidos: XIX y XX. San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2005. 172. Impreso. 

[25] Ibid. Silva Gotay. 2005. 171. Impreso.  En el apéndice Syllabus Erroroum de la encíclica Quanta Cura se condenan varias ideologías de la época, entre estas: la autonomía moderna, la ideología liberal, la separación de Iglesia y Estado, la libertad de culto, el racionalismo, el panteísmo, el naturalismo, el liberalismo económico, el socialismo y el comunismo.  Se publicó el 8 de diciembre de 1864.

[26] Ibid. Silva Gotay. 2005. 392ss. Impreso.

[27] El paso del huracán San Ciriaco el 8 de agosto de 1899 trajo fuertes ráfagas de viento, catalogadas categoría 4, estas fueron destruyendo todo a su paso desde su entrada por Arroyo hasta su salida por Aguadilla durante cinco horas.  Las lluvias alcanzaron las 11.20 pulgadas.  Este sistema atmosférico provocó la muerte de 3,369 personas y la destrucción de miles de viviendas, algunas instalaciones de Gobierno sufrieron daños, así como descarriló a los tranvías eléctricos.  En cuanto a la agricultura, la cosecha se echó a perder completamente.  Este huracán ocasionó daños estimados en 36 millones de dólares.  Aunque el paso del huracán San Zacarías durante los días 11 y 12 de septiembre de 1910 no causó tantas pérdidas en la Isla.  El huracán San Hipólito volvió a realizar un gran atraso a la economía del País, ocasionó una muerte y daños valorados en 1 millón de dólares con su llegada el 22 de agosto de 1916.

[28] Cf. Córdova Iturregui, Félix. Ante la Frontera del Infierno. El Impacto Social de las Huelgas Azucareras y Portuarias de 1905. Río Piedras: Ediciones Huracán, 2007. 24ss. Impreso.  Algunos obreros lograron escribir en periódicos burgueses.  Este es el caso de Mariano Abril, quien escribió para el periódico ponceño La Democracia (1890), fundado por Luis Muñoz Rivera, quien pertenecía al Partido Autonomista. Abril, Mariano. “Incendios y Huelgas.” La Democracia 18 de Febrero de 1915: 3. Impreso.;  Capetillo, Luisa. “Huelga en Patillas.” (Carta a Julio Aybar) Unión Obrera 11 de febrero de 1918: 1. Impreso.;  Comité Central. “La Huelga del Trust del Tabaco. Manifiesto de Información.” Unión Obrera. 28 de Enero de 1919: 1. Impreso.;  Picó, Fernando. Historia General de Puerto Rico. 4ta ed. rev. y aum. Río Piedras: Ediciones Huracán, 2008. 253-254, 257, 261ss. Impreso.;  Rosario Natal, Carmelo. Éxodo Puertorriqueño (Las Emigraciones al Caribe y Hawaii: 1901-1915). San Juan: s.n., 1983. Impreso.;  Ayala, César J. y Rafael Bernabe. 2011. 97-98. Impreso.;  Alonso Torres, Rafael. Cuarenta Años de Lucha Proletaria. Ed. Nicolás Noguera. San Juan: Imprenta Baldrich, 1939. Impreso.;  Scarano, Francisco A. Puerto Rico: Cinco Siglos de Historia. Ed. Carlos Ríos Sosa. México, D.F.: McGraw-Hill, 1998. 649-654. Impreso.; y  De Fátima, María y Barceló Miller. La Lucha por el Sufragio Femenino en Puerto Rico 1896- 1935. Río Piedras: Ediciones Huracán; Centro de Investigaciones Sociales, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 1997. Diss. Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 1993. Impreso.

[29] La ensayística latinoamericana es amplia, pero su discurso filosófico escrito por hombres, lo emprenden: los mexicanos José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827) y Justo Sierra (1848-1912), los venezolanos Simón Bolívar (1783-1830) y Andrés Bello (1781-1865), los argentinos Juan Bautista Alberdi (1810-1884) y Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), los chilenos José Victorino Lastarria (1817-1888) y Francisco Bilbao (1823-1865), los cubanos José de la Luz y Caballero (1800-1862) y José Martí (1853-1895), el ecuatoriano Juan Montalvo (1832-1889), el peruano Manuel González Prada (1848-1918), el uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), los mexicanos Justo Sierra (1848-1912) y José Vasconcelos (1881-1959) y el puertorriqueño Eugenio María Hostos (1839-1903).  Gómez Martínez, José Luis. “Literatura y Filosofía en Iberoamérica lo Ensayístico en la Literatura.” Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe 8.2 (Julio – Diciembre 1997): 89-104. Impreso. 

Para Carlos Rojas Osorio tanto Alejandro Tapia y Rivera (1826-1882) como Nemesio Canales (1878-1923) se suman a Eugenio María Hostos (1839-1903) en el discurso filosófico puertorriqueño.  Rojas Osorio, Carlos. Pensamiento Filosófico Puertorriqueño. San Juan: Isla Negra Editores, 2002. 27-53, 91-108. Impreso.  A principios de siglo XX se deben añadir también Luisa Capetillo (1879-1922) y Antonio S. Pedreira (1899-1939).

El ensayo latinoamericano escrito por mujeres de corte filosófico son los de: la peruana Clorinda Matto de Turner (1852-1909), Las Obreras del Pensamiento en América Latina (1895), la inglesa Alicia Moreau de Justo (1885-1986), El Feminismo y la Evolución Social (1911) y Socialismo y la Mujer (1946), la parisina-venezolana Ana Teresa Parra Sanojo o su seudónimo Teresa de la Parra (1889-1936), Conferencia Influencia de la Mujer en la Formación del Alma Americana [1930](1961) y la argentina Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo o su seudónimo Victoria de Ocampo (1890-1979), La Mujer y Su Expresión (1936).  Cf. Pratt, Mary Louise. “No Me Interrumpas: Las Mujeres y el Ensayo Latinoamericano.” Trad. Gabriela Cano. Debate Feminista 11.21 (2000): 70-88. Impreso.

[30] Cf. Rama, Ángel. La Ciudad Letrada. Montevideo: Editorial Arca, 1998. 56-7. Impreso.

[31] Cf. Díaz, Luis Felipe. La Na(rra)ción en la Literatura Puertorriqueña. San Juan: Ediciones Huracán, 2008. 50-51. Impreso.

[32] Rosa Nieves, Cesáreo. Historia Panorámica de la Literatura Puertorriqueña (1589-1959). Tomo II. San Juan: Editorial Campos, 1963. 284. Impreso.;  Cf. Morales, Ángel Luis. 1967. 5. Impreso.

[33] Cf. Rivera, Modesto. “El Modernismo – La Prosa.” 21 Conferencias. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1960. 218. Impreso.

[34] Algunas obras de la ensayística y dramaturgia obrera en el siglo XX son: Romeral, R. del. La Emancipación del Obrero. Mayagüez: Imprenta La Bruja, 1903. 35p. Impreso.;  La Cuestión Social y Puerto Rico. San Juan: s.n., 1904. 27p. Impreso.;  Musarañas. Opúsculo sobre Ciertas Preocupaciones y Costumbres que Son un Estorbo a los Trabajadores Puertorriqueños para la Compenetración de los Reinvindicadores Ideales del Obrerismo Universal. San Juan: Tipografía El Carnaval, 1904. 43p. Impreso.;  Catecismo Socialista. San Juan: Propaganda Obrera, 1905. 24p. Impreso.; ¡El 16 de Abril de 1905! La Lucha entre Capital y Trabajo. San Juan: Unión Tipográfica, 1905. 8p. Impreso.; y Entre Broma y Vera: Manjares en Salsa Picante que Conviene Digerir con Calma y Sana Intención, para Bien de la Higiene Social. San Juan: Tipografía “La República Española”, 1906. 63p. Impreso.  Conde, Eduardo. Acusación y Protesta. San Juan: Imprenta Unión Obrera, 1919. 78p. Impreso.; Marcano, Juan S. Páginas Rojas. Humacao: Tipografía Conciencia Popular, 1919. 59p. Impreso.; y Ferrer y Ferrer, José. Los Ideales del Siglo XX. San Juan: Tipografía La Correspondencia de Puerto Rico, 1932. 136p. Impreso.  Cf. Quintero Rivera, Ángel G., ed. Patricios y Plebeyos: Burgueses, Hacendados, Artesanos y Obreros. Las Relaciones de Clase en el Puerto Rico de Cambio de Siglo. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1988. 252-279. Impreso.

[35] Cf. Brau, Salvador. “En Honor de la Prensa.” Ensayos. (Disquisiciones Sociológicas). Río Piedras: Editorial Edil, 1972. 263. Impreso.

[36] Cf. Feliú, Fernando, ed. 200 Años de Literatura y Periodismo en Puerto Rico 1803-2003. San Juan: Ediciones Huracán; Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, 2004. Impreso.

[37] Ibid. Habermas, Jürgen. 1981. 46, 53, 60ss, 67ss. Impreso.

[38] Cf. Malena Rodríguez, María Elena. “Tradición y Modernidad: El Intelectual Puertorriqueño ante la Década del Treinta.” Op. Cit.: Boletín del Centro de Investigaciones Históricas 3 (1987-1988): 47. n. 3. Impreso.  

[39] Tollinchi, Esteban. 2004. 6. Impreso.

[40] Citado en Centeno Añeses, Carmen. Modernidad y Resistencia: Literatura Obrera en Puerto Rico (1898-1910). San Juan: Ediciones Callejón, 2005. 184-185. Impreso.

[41] García, Gervasio L. y Ángel G. Quintero Rivera, Desafío y Solidaridad. Breve Historia del Movimiento Obrero Puertorriqueño. 3ra ed. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1997. 77. Impreso.

[42] Suárez Findlay, Eileen J. Imposing Decency. The Politics of Sexuality and Race in Puerto Rico, 1870-1920. Durham: Duke University Press, 1999. 158. Impreso.

[43] Ayala, César J. y Rafael Bernabe. 2011. 71. Impreso.

[44] Arendt, Hannah. La Condición Humana. Trad. Manuel Cruz. Buenos Aires: Editorial Paidós, 1998. 342. Impreso.

[45] Citado en Lucha Obrera en Puerto Rico: Antología de Grandes Documentos en la Historia Obrera Puertorriqueña. Ed. Ángel G. Quintero Rivera. 2da ed. San Juan: Centro de Estudios de la Realidad Puertorriqueña (CEREP), 1972. 66-67. Impreso.

[46] Robles de Cardona, Mariana. “El Ensayo de la Generación del 30.” Literatura Puertorriqueña. 21 Conferencias. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1960. 330. Impreso.

[47] Picó, Fernando. “Historia Social de Puerto Rico en los Siglos XIX-XX.” Historia de Puerto Rico. Vol. IV. Coords. Luis E. González Vales y María Dolores Lugo. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas; Oficina de Servicios Legislativos. Historiador Oficial de Puerto Rico; Centro de Investigaciones Históricas, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras; Ediciones Doce Calles, 2012. 245. Impreso.  

[48] Laguerre, Enrique. “Prólogo.” La Charca. Por Manuel Zeno Gandía. San Juan: Librería y Editorial Campos, 1930. XXIX. Impreso.;  Rivera, Modesto. “El Modernismo – La Prosa.” 21 Conferencias. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1960. 211-212. Impreso.

[49] Saona, Margarita. “La Autobiografía Intelectual como Antinomia en la Escritura de Mujeres.” Mujeres que Escriben en América Latina. Ed. Sara Beatriz Guardia. Perú: Centro de Estudios la Mujer en la Historia de América Latina; Facultad de Letras y Ciencias Humanas Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2007. 100. Impreso.

Marjorie Agosín, sin embargo, indica que el lugar para la mujer latinoamericana, mujer burguesa, eran los espacios cerrados como casas y patios internos, y cuando salían iban a realizar la compra de comestibles, acompañadas por otras mujeres.  Agosín, Marjorie. “Mujer, Política y Sociedad en Chile 1970-1990.” Fem 111.16 (mayo 1992): 29.   

[50] Quintero Rivera, Ángel G, ed. 1972. 155. Impreso.

[51] Martí Pérez, José Julián. Nuestra América. 3ra ed. ampliada y corregida. Venezuela: Fundación Biblioteca Ayacucho, 2005. 31. Impreso.

[52] Sin embargo, las periodistas María Luisa de Angelis (1891-1953) y Angela Negrón Muñoz (1892-1961) no la incluyeron al escribir sobre las mujeres en Puerto Rico a principios del vigésimo siglo.  De Angelis escribe Mujeres Puertorriqueñas: Que Se Han Distinguido en el Cultivo de las Ciencias, las Letras y las Artes desde el Siglo XVII hasta Nuestros Días (1908).  El libro de Negrón Muñoz es Mujeres de Puerto Rico: Desde el Período de la Colonización hasta el Primer Tercio del Siglo XX (1935).  De Angelis escribió artículos bajo el seudónimo Hedda Gabbler y fue la única mujer afiliada a la Asociación de Prensa.  Cf. Martínez Capó, Juan. Res. Luisa Capetillo, por Norma Valle. San Juan, Puerto Rico, 1975. El Mundo de Puerto Rico 26 de Diciembre de 1976: 7-B. Impreso.    

[53] Franquiz, José Antonio. “La Filosofía en Puerto Rico.” Ensayos Filosóficos. San Juan: s.n., 1935. 3. Impreso.;  Cf. García Casanova, J. F. ed., El Ensayo Entre la Filosofía y la Literatura. Granada: Editorial Comares, 2002. Imp.

[54] Cf. Valle Ferrer, Norma, ed. “Introducción.” Obra Completa. “Mi Patria Es la Libertad”. Por Luisa Capetillo. San Juan: Departamento de Trabajo y Recursos Humanos; Cayey: Proyecto de Estudios de las Mujeres, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Cayey, 2008. 27. Impreso.

[55] Citado en Morales, Ángel Luis. Literatura Hispanoamericana. Épocas y Figuras. Tomo II. San Juan: Editorial del Departamento de Instrucción Pública, Estado Libre Asociado de Puerto Rico, 1967. 68, 73. Impreso.

[56] Las mujeres también lucharon por el sufragio femenino en Puerto Rico.  La sociedad sufragistas tabaquera abogaba por el sufragio universal como fue la Asociación Feminista Popular de Mujeres Obreras de Puerto Rico (1920). Mientras, que las sociedades profesionales estuvieron a favor del sufragio letrado estas fueron: Liga Femínea Puertorriqueña (Roqué, 1917) pasa a llamarse Liga Social Sufragista (1921) y la Asociación Puertorriqueña de Mujeres Sufragista (Roqué, 1925) será la Asociación Insular de Mujeres Votantes (1929).  Valle, Norma. “El Feminismo y su Manifestación en las Organizaciones de Mujeres en Puerto Rico.” La Mujer en la Sociedad Puertorriqueña. Ed. Edna Acosta-Belén. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1980. 91, 93, 96. Impreso.

[57] Vega, Bernardo. Memorias de Bernardo Vega. Ed. César Andreu Iglesias. 6ta ed. Río Piedras: Ediciones Huracán, Inc. 2002. 132. Impreso.;  Cf. Picó, Isabel. “Apuntes Preliminares para el Estudio de la Mujer Puertorriqueña y su Participación en las Luchas Sociales de Principios del Siglo XX.” La Mujer en la Sociedad Puertorriqueña. Ed. Edna Acosta-Belén. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1980. 29. Impreso.  Cf. Tirado Avilés, Amilcar. “Notas sobre el Desarrollo de la Industria del Tabaco en Puerto Rico y Su Impacto en la Mujer Puertorriqueña, 1898-1920.” Centro de Estudios Puertorriqueños 2.7 (1989-1990): 27. Impreso.;  Scarano, Francisco A. Puerto Rico: Cinco Siglos de Historia. Ed. Carlos Ríos Sosa. México, D.F.: McGraw-Hill, 1998. 636. Impreso.

[58] Mormino, Gary R. “The Reader and the Worker: Los Lectores and the Culture of Cigarmaking in Cuba and Florida.” International Labor and Working-Class History 54 Migration, Labor Movements, and the Working Class (Fall, 1998): 3-4. Impreso.

[59] Cf. La “reflexión filosófica” realizada por la mujer en: Bird-Soto, Nancy. Escritoras Puertorriqueñas de la Transición del Siglo XIX al XX. Carmela Eulate Sanjurjo, Ana Roqué y Luisa Capetillo. Lewingston: The Edwin Mellen Press, 2009. 105. Impreso.  

[60] Cf. Para José Martí era cardinal el conocimiento en su ensayo seminal Nuestra América (1893): “Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de liberarlo”.  Martí, José Julián. Nuestra América. 3ra ed. Venezuela: Fundación Biblioteca Ayacucho, 2005. 40. Impreso.

[61] Cf. Iglesias Pantín, Santiago. “Gobierno Propio ¿Para Quién?” (Documento Presentado en la Convención de 1907). San Juan: Federación Libre de Trabajadores, 1907. 144p. Impreso.

[62] Algunos compañeros, sin embargo, soñaban por la época en que la mujer dejara de trabajar, porque entendían que el lugar de la mujer-madre era el hogar.  Dieppa, Ángel María. El Porvenir de la Sociedad Humana. San Juan: Tipografía El Eco, 1915. Impreso.

[63] Citado en Cores Trasmonte, Baldomero. “La Actividad Política de Santiago Iglesias Pantín.” Cuadernos de Estudios Gallegos XL.105 (1992): 72. Impreso.;  Dávila Santiago, Rubén. El Derribo de las Murallas: Orígenes Intelectuales del Socialismo en Puerto Rico. Río Piedras: Edición Cultural, 1988. 26-27, 43. Impreso.

[64] Las toneladas de tabaco puertorriqueño que se exportaban eran manufacturadas en los siguientes pueblos: Comerío, Coamo, Barranquitas, Caguas, Aibonito, Cidra, Cayey, Patillas, San Lorenzo, Yabucoa, Arecibo, Utuado, Camuy, Isabela, San Germán, Yauco y San Juan.    

[65] Barceló Miller, María F. de. “De la Polilla a la Virtud: Visión sobre la Mujer de la Iglesia Jerárquica de Puerto Rico.” La Mujer en Puerto Rico. Ensayos de Investigación. Ed. Azize Vargas, Yamila. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1987. 53-54. Impreso.

[66] Cf. Habermas, Jürgen, Judith Butler, Charles Taylor and Cornel West. The Power of Religion in the Public Sphere. Nueva York: Columbia University Press, 2011. Impreso.

[67] Poco antes de la invasión estadounidense fue escrita el “Actum Praeclare”, del Papa León XIII (1878-1903), que establece la organización de los negocios extraordinarios, entre estos: la desvinculación de Puerto Rico con Santiago de Cuba para pasar a Roma provisionalmente.  También estipulaba la propiedad privada como un derecho ciudadano para evitar que el Estado fuera el único propietario.  Fue publicada el 20 de febrero de 1893.  Años más tarde es enviado el Obispo agustiniano norteamericano William Ambrose Jones, quien dirige la Iglesia Católica en Puerto Rico durante el 1907 hasta su muerte en el año 1921.  Sus intereses dogmáticos y políticos se pregonaron en homilías y en las revistas católicas La Verdad (1905) y Boriquén (bilingüe, 1908). Cf. Silva Gotay. 2005. 344-345; Cf. Hernández Aponte, Gerardo Alberto. La Iglesia Católica en Puerto Rico ante la Invasión de Estados Unidos de América. Lucha, Sobrevivencia y Estabilización, (1898-1921). 2da ed. San Juan; Río Piedras: Academia Puertorriqueña de la Historia; Decanato de Estudios Graduados e Investigación (DEGI), Universidad de Puerto Rico, 2013. 134ss. Impreso.;  Cf. O’Brien, Miriam Therese. “El Joven Prelado”: Bishop William Ambrose Jones, O.S.A. (1907-1921). San Juan: Universidad Católica de Puerto Rico, Horizontes 22.44 (Abril 1979): 39-58. Impreso.

[68] Cf. Suárez Findlay, Eileen J. Imposing Decency. The Politics of Sexuality and Race in Puerto Rico, 1870-1920. Durham: Duke University Press, 1999. 152. Impreso.

[69] Cf. Suárez Findlay, Eileen J. “Free Love and Domesticity: Sexuality and the Shaping of Working-Class Feminism in Puerto Rico, 1900-1917.” Identity and Struggle at the Margins of the Nation-State. The Laboring of People of Central America and the Hispanic Caribbean. Eds. Aviva Chomsky and Aldo Lauria-Santiago. Duke University Press, 1998. 229-259. Impreso.;  Ibid. Cf. Silva Gotay. 2005. 167. Impreso.

[70] Wittig, Monique. El Pensamiento Heterosexual y Otros Ensayos. Trad. Javier Sáez y Paco Vidarte. Barcelona: Editorial Egales, 2006. 60ss. Impreso.

[71] Soelle, Dorothee with Shirley A. Cloyes. “Sexuality and Alienation.” To Work and To Love. A Theology of Creation. 3rd printing. Philadelphia: Fortress Press, 1984. 125. Impreso.;  Cf. Lamas, Marta. Cuerpo y Diferencia Sexual y Género. México: Taurus, S.A., 2002. 53. Impreso.

[72] Capetillo transgredió los postulados que definían la imagen de la mujer y el modelaje de domesticidad.  Cf. La Greca, Nancy. Rewriting Womanhood. Feminism, Subjectivity, and the Angel of the House in the Latin American Novel, 1887-1903. Pennsylvania: Pennsylvania State University, 2009. 128. Impreso.

[73] Cf. Lamas, Marta. Cuerpo y Diferencia Sexual y Género. México: Taurus, S.A., 2002. 52. Impreso.

[74] “Información Policíaca. Vestida de Hombre.” El Mundo, La Habana 25 de Julio, 1915. 14. Impreso.

[75] “El Caso de la Mujer con Traje Masculino en la Corte Correccional.” El Heraldo de Cuba, La Habana 27 de Julio 1915. 14. Impreso;  “Información Policíaca. Vestida de hombre.” El Mundo, La Habana 25 de Julio, 1915. 14. Impreso.  “Información Policíaca. Luisa Capetillo, Protagonista de una Película Cómica.” El Mundo, La Habana 27 de Julio, 1915.

[76] Tinajero, Araceli. El Lector de Tabaquería: Historia de una Tradición Cubana. Madrid: Verbum, 2007. 181ss. Impreso.

[77] Citado en Solá, María M. “Ángel, Arpía, Animal Fiero y Tierno: Mujer, Sociedad y Literatura en Puerto Rico.” La Mujer en Puerto Rico. Ensayos de Investigación. Ed. Yamila Azize. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1987. 210-211. Impreso.;  Cf. Picó, Isabel. 1980. 211. Impreso.

[78] Lamas. 2002. 30. Impreso.

[79] Durante el siglo XIX existieron varias organizaciones sociales, estas fueron: los Casinos de Artesanos y las Cofradías o Hermandades.  Los Casinos de Artesanos tuvieron una doble función social. Primeramente era el lugar de formación o concienciación de clase en el que se intercambiaban ideas entorno a los debates públicos y, por lo cual, también sirvió como el lugar para planificar las huelgas.  En segundo lugar fue utilizado para socializar durante las organizaciones de bailes y durante la exhibición de obras teatrales, recitaciones de poemas y concursos literarios.  Algunos de estos casinos fueron: Círculo Ponceño de Artesanos (Ponce, 1873), La Bella Unión Mayagüezana (Mayagüez, 1874), Casino de Mayagüez (Mayagüez, 1874), Círculo de Amigos (Mayagüez, 1874), El Casino de Artesanos (San Juan, 1875), El Centro de Recreo e Instrucción de Artesanos (Juana Díaz, 1883), y El Casino de Artesanos de la Unión Puertorriqueña (San Juan, 1884), Casino de Arecibo (1888) y La Unión Cooperativa (1899).  Las Cofradías o Hermandades, por su parte, fueron agrupaciones católicas que se dedicaban a organizar las fiestas religiosas en las calles de los pueblos, tales como: las fiestas patronales, las fiestas del santo y las procesiones religiosas realizadas por lo general a través de una orden, diócesis o parroquia. 

Todavía falta por hacerse una investigación de este tipo desde la clase trabajadora durante los siglos XIX-XX.  Bernardo Vega menciona la Liga de Artesanos y la Liga Antillana como grupos de formación política que evadían la represión al identificarse con el oficio y lugar de procedencia. Ibid. Cf. Vega. 2002. 88. Impreso.  También les llamaron centros de formación, como el que Juan Vilar dirigía en Caguas, Centro de Estudios Ciencias Sociales.  Estos grupos aparentan haber perdido el carácter socializador y literario que les permitía el entretenimiento.

[80] Rodríguez de Tió, Lola. Obras Completas. IV. Trabajos Inéditos en Prosa. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1971. 135;  cf. 82-84. Impreso.     

[81] Baerga, María del C. “La Articulación del Trabajo Asalariado y No Asalariado: Hacia una Reevaluación de la Contribución Femenina a la Sociedad Puertorriqueña (El Caso de la Industria de la Aguja).” La Mujer en Puerto Rico. Ensayos de Investigación. Ed. Yamila Azize Vargas. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1987. 96-97. Impreso.

[82] La Sociedad de Socorros Mutuos fueron agrupaciones por oficio ejercido, funcionaron como una aseguradora económica o “caja de ahorros”, según García y Quintero, para sus socios y familiares (36-37).  La sociedad ayudaba financieramente a la persona trabajadora en situaciones de enfermedad, accidente, incluso muerte.  Las tarifas variaban según la edad.  En 1893, la Sociedad ofrecía créditos a sus socios dando inicio a lo que eventualmente serán las cooperativas. Esta Sociedad tuvo ambición comercial y algunas contaron con panaderías, colmados y fábricas de toneleros o barriles.  Algunas de estas son: Real Sociedad Económica de Amigos del País de Puerto Rico (1813), Círculo de Beneficencia y Recreo de Artesanos (San Juan, 1872) fundado por don Juan Tinajero y Santiago “Goyo” Andrade.  Este último fundó a su vez La Sociedad de Socorros Mutuos (1873) y La Sociedad de Amigos del Bien Público (1873- 1958).  Más tarde aparecieron: Sociedad Anónima de Crédito Mercantil (1877) sus fundadores fueron Pablo Ubarri, Guillermo Mullenhoff, Manuel Vicente y José Caldas, Taller Benéfico de Artesanos (Artesanos, Ponce, 1888), La Sociedad Protectora de Tipógrafos (Tipógrafos, San Juan, 1888), La Sociedad La Aurora del Trabajo (Albañiles, Ponce, 1895).

Una coopertiva en tiempos españoles sería El Ahorro Colectivo (1894) fundado por Santiago “Goyo” Andrades y el médico y político del Partido Republicano José Celso Barbosa (18571921).  Esta sociedad tuvo una panadería, una tienda de provisiones y un almacén para el 1896.

Cuatro Bancos fueron importantes para la clase trabajadora de la Isla entre los siglos XIX y XX, estos son: Banco Español de Puerto Rico (1888) fundado por Pablo Ubarri con autorización española.  Rafael Carrión Pacheco invirtió en la Sociedad Anónima de Economía y Préstamos del que surge la banca comercial más longeva, Banco Popular de Puerto Rico (1893); Banco Territorial y Comercial de Puerto Rico (1894-1938) fundado por Julián Blanco y Gregorio Ledesma; Banco de Crédito y Ahorro Ponceño (1895) fundado por Lucas Amadeo, Juan Guillet, Juan Frías, Ulpiano Colón y Luis Muñoz Rivera y Francisco Lluch BarreraBrau. 1972. 254-255. Impreso.;  Santiago de Curet, Annie. Crédito, Moneda y Bancos en Puerto Rico durante el Siglo XIX. Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1989. 177. Impreso.;  Picó, Fernando. Al Filo del Poder: Subalternos y Dominantes en Puerto Rico, 1739-1910. Reimpresión. San Juan: Universidad de Puerto Rico, 1996. 201. Impreso.;  “Banco Territorial y Comercial de Puerto Rico (En Liquidación)” El Mundo (Diario de la Mañana) 30 de agosto 1938: 1. Impreso.

[83] Álvarez Curbelo, Silvia. “La Patria Agrícola: La Ideología de los Agricultores, Puerto Rico, 1924-1928.” MA. Historia, Universidad de Puerto Rico, 1986. 108. Impreso.;   Ibid. Baldrich. 1988. 41-64. Impreso. 

[84] Santiago Santana, Miguel. Antulio Parrilla Bonilla. Obispo y Profeta de Puerto Rico. San Juan: Fundación El Piloto, 2013. 200, 202. Impreso. 

[85] Cf. Althaus-Reid, Marcella. From Feminist Theology to Indecent Theology. Readings on Poverty, Sexual Identity and God. London: SCM Press, 2004. 71. Impreso.

[86] Citado en Valle Ferrer, Norma. Luisa Capetillo: Historia de una Mujer Proscrita. San Juan: Editorial Cultural, 1990. MA. Centro de Estudios Puertorriqueños del Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1990. 93-94. Impreso.

 

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