DISCURSO DEL DOCTORADO HONORIS CAUSA EN DIVINIDADES

 

DISCURSO DEL DOCTORADO HONORIS CAUSA EN DIVINIDADES QUE SE ME OTORGÓ DURANTE LA GRADUACIÓN SEMINARIO EVANGÉLICO DE PUERTO RICODEL 31 DE MAYO DEL 2014.

 

 

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Por: Samuel Silva Gotay

Queridos amigos y hermanos, Señor Presidente del Seminario Evangélico:

Es obligación desde que se instituyó este reconocimiento, allá por el 1474 en la Universidad de Oxford, que la persona que lo reciba, hable unos minutos sobre el sentido que tiene este honor para el que lo recibe, en el contexto histórico en que se otorga. Este reconocimiento lo hace la Facultad del Seminario Evangélico de Puerto Rico. Por esto lo recibo y por esto me siento sumamente honrado.

Esta facultad está compuesta por sabios, por mujeres y hombres que han dedicado su vida, día y noche, a estudiar y entender los idiomas, las culturas y los tiempos en que fueron escritos los textos, del Antiguo y el Nuevo Testamento, con el fin de descifrar su mensaje para el día de hoy. Estudian lo que escribieron los Padres de la Iglesia que le siguieron a los apóstoles, y estudian a los teólogos, que hasta el día de hoy, se empeñan en explicar el significado del evangelio para su tiempo. Hacen discernimiento sobre el sentido de ésta tradición hebreo cristiana, para la vida, la familia, la cultura y la sociedad. Lo estudian, lo enseñan, lo escriben y cuando es pertinente lo debaten en la plaza pública. Los profesores del Seminario han sido y son hoy, los maestros de los pastores inteligentes y compasivos que por campos y pueblos en este país, traducen la sabiduría de la palabra a las inquietudes y necesidades de congregaciones y hombres y mujeres, que buscan dirección para su vida y para ayudar a su país a construir las posibilidades del Reino de dios en la tierra. Son los maestros de los graduandos aquí presentes.

Desde 1919, este respetable cuerpo se ha dejado sentir en el país para que el evangelio sea respetado como palabra inteligente y sabia para la convivencia social. Con paciencia evangélica ellos han luchado por los mejores intereses de la iglesia de este país, frente a intereses oscuros, que como en todo período histórico, surgen e intervienen en la Iglesia para reducir, apocar, atontar, embobar, achicar y encerrar el evangelio del “Dios de la historia” en doctrinas pequeñitas.

A estos hombres y mujeres que forman la Facultad de Seminario Evangélico de Puerto Rico, va mi más profundo agradecimiento por haber escogido a este humilde trabajador de la historia y sociología de la religión en Puerto Rico y América Latina, para recibir este grado de Doctor Honoris Causa en Divinidades.

Lo recibo, no solo a mi nombre, sino también, simbólicamente, a nombre de la generación del ’60, esa extraordinaria generación de seminaristas, pastores jóvenes, estudiantes universitarios y laicos, que tomaron en serio el evangelio de Jesús y los profetas para denunciar la maldad enquistada en las estructuras de opresión y explotación en la vida de la sociedad puertorriqueña y anunciar, las posibilidades de justicia y fraternidad humana del Reino de Dios para la vida social del país. Estos y sus maestros, fueron perseguidos como Jesús y los profetas. No se vendieron, no se doblegaron, pagaron el precio de la soberana vocación. Hoy, la Iglesia tiene ejemplos hacia dónde mirar.

Fueron marianos. Entendieron a Dios, como lo entendió María, la madre de Jesús. Lucas el evangelista, coloca la madre de Jesús al comienzo del evangelio en el cap. 1, vs. 46-55, dando gracias a Dios por el privilegio que le ha sido concedido. Leo unos versos. Dice María: (y escuche bien, no lo volveré a leer)

“Dios el todo poderoso, ha puesto sus ojos en mi…ha hecho en mi grandes cosas. ¡Santo es su nombre! Actuó con todo poder: deshizo los planes de los orgullosos, derribo a los reyes de los tronos y puso en alto a los humildes. Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.”

María, la madre de Jesús, se presenta aquí como la sierva de un Dios subversivo, aquel que subvierte el orden de relaciones sociales no queridas por Dios. María lo define por su obra y lo exalta por ella. María está con la transformación que Dios quiere hacer en la sociedad. Probablemente usted nunca se detuvo a escuchar sus palabras. Los hermanos católicos la han adornado con mantos de títulos folklóricos y teológicos para no escuchar las palabras graves que pronuncia y nosotros los protestantes evangélicos, leemos el libro de Lucas a las millas y la invisibilizamos para no escucharla. Ambos, católicos y protestantes la hemos colocado en el nicho de una mujer momificada en olor a santidad, que solo puede servir para domesticar las mujeres, para no escuchar su voz. Pero María, es un personaje de gran importancia en sí misma. María queda localizada justo allí, entre el antiguo y el Nuevo Testamento.

Ésta comprimida oración de la madre de Jesús, revela una comprensión sobre el Dios de la justicia y compasión, que tiene terribles consecuencias para el orden social en que vivimos los hombres y las mujeres, tanto en Puerto Rico como en todas partes del mundo. Subyacente a sus palabras hay una clara conciencia sobre la injusticia de los hombres y la justicia de Dios, sobre la ilegitimidad del poder opresor, y un claro entendimiento de que esas estructura de poder económico y político, que genera pobres y ricos, es ilegítima según los más íntimos designios de Dios, por lo cual debe revertirse. No se trata que los reyes y los ricos sean pecaminosos y de que los pobres y humildes no lo sean, se trata de que el sistema de que produce ricos y pobres, satisfechos y hambrientos es pecaminoso. Ese orden social de relaciones humanas, no es legítimo ante los ojos de Dios, no es natural.

¿De dónde saca esto María, la madre de Jesús? Lo saca de su religión, de la religión de los profetas. Es discípula de los profetas. Lucas entiende, que María sentía al igual que muchos de esa población de Galilea, que rabiaban contra los sacerdotes del templo, que habían traicionado a Yahveh por congraciase con el estilo de vida del imperio romano que los gobernaba, que los torturaba y que los crucificaba. El lenguaje de María es el lenguaje de Amós. Jeremías, Isaías y los demás profetas.

Hace alrededor de 2,600 años, que el profeta Isaías, miraba y leía desde la voluntad de Dios, la conducta religiosa de los que lo buscaban por medio de sacrificios la salvación personal. A juzgar por su devoción era gente comprometida con el templo, con la obediencia a los reglamentos, la ley, y los ritos de la religión. Pero el profeta Isaías, representando a Dios, les dice:

“A mí me buscan de día y de noche y les agrada conocer mis caminos, como si fueran gente que practican la virtud…(Dice:) ¿Por qué ayunamos si tu no lo ves? Para qué nos humillamos si tú no lo sabes? (–el profeta responde—) Es que el día en que ayunabais, buscabas vuestro negocio y explotabais a todos vuestros trabajadores. Es que ayunáis para litigio y pleito y para dar de puñetazos al desvalido. No ayunéis como hoy, para hacer oír en las alturas vuestra voz. ¿Acaso es este el ayuno que yo quiero, el día en que se humilla el hombre? ¿Había que doblega como junco la cabeza y en saco y ceniza estarse echado? ¿A eso llamáis ayuno y día grato a Yahveh? ¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero?: Desatar los lazos de maldad, deshacer el yugo, dar libertad a los quebrantados y arrancar todo yugo. ¿No será compartir con el hambriento tu pan y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Qué cuando veas a un desnudo le cubras y de tu semejante no te apartes? ¡Entonces, brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá la justicia, y la Gloria de Yahveh te seguirá.” (Isaías 58:2-8)

Isaías, como teólogo y profeta de Dios, deja claro para todos los tiempos, que en la tradición hebreo-cristiana, el verdadero ayuno está constituido por el servicio a los pobres y el respeto a los derechos de los trabajadores; que no hay culto a Dios sin que esté el prójimo de por medio; que no hay relación verdadera con Dios sino es por conducto del servicio a los pobres y oprimidos.

Esto fue lo que María aprendió de los profetas, esto fue lo que le que enseñó a su hijo (quien será más exigente que los profetas, porque hará el cumplimiento de estas recomendaciones condición para entrar en el Reino de Dios, según leemos en Mateo 25) y esto fue precisamente, lo que la generación del ’60 tomó en serio. (La gloria de Yahveh seguirá a los comprometidos con los pobres y oprimidos, no a los que tengan el poder religioso, o a los que canten canciones bonitas, sin el servicio a los pobres y oprimidos que las legitimen).

Dije que esto fue lo que María enseñó a su hijo. Cuando el hijo tuvo acceso al templo, inauguró su programa proclamando lo siguiente, según el libro de Lucas:

“El espíritu del Señor está sobre mi por cuanto me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la buena nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracias al Señor… Esta escritura que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.”

Por hacer lo que prometió aquí, lo crucificaron, con el título de “sedicioso” escrito en la cruz para que sirviera de ejemplo. También a la generación del ’60 la persiguieron. Había tomado en serio el mensaje de María, Jesús y los profetas.

Ya ven porque digo que la generación del ’60 fue una generación “mariana”. Esta generación está en la sucesión de los profetas, María y Jesús.

A nombre de ellos, los miembros de la generación del ’60, medio siglo después de su valiente testimonio, recibo este reconocimiento y dedico estas palabras a uno de ellos, el profeta negro, la voz de los sin voz, Moisés Rosa Ramos, pastor de la Iglesia Cristiana Discípulos de Cristo en Puerto Rico. Bendiciones a la clase graduanda.

Muchas Gracias.

Samuel Silva Gotay: Un doctorado honoris causa muy merecido

Por: Luis N. Rivera Pagán

 

Es un honor para el Seminario Evangélico de Puerto Rico el que su facultad haya decidido conferirle al profesor Samuel Silva Gotay el muy merecido reconocimiento del doctorado en honoris causa en divinas letras de ésta la principal institución de educación teológica protestante de nuestra nación puertorriqueña. Paso a enumerar brevemente sus excepcionales méritos y logros.

 

En 1981 Samuel Silva Gotay publicó la primera de varias ediciones de su libro El pensamiento cristiano revolucionario en América Latina y el Caribe: Implicaciones de la teología de la liberación para la sociología de la religión, que tiene la distinción de haberse traducido al portugués y al alemán, y que muchos consideramos el estudio matriz de los orígenes de la teología latinoamericana de liberación.

 

En 1997 publicó Protestantismo y política en Puerto Rico, 1898-1930: Hacia una historia del protestantismo evangélico en Puerto Rico, texto clave para el análisis de los complejos enlaces entre la política diseñada en Washington de americanizar a los puertorriqueños y el avance de las misiones protestantes en la isla. Y en 2005 nos brindó Catolicismo y política en Puerto Rico bajo España y Estados Unidos, siglos XIX y XX, obra de primera importancia para el estudio de las diversas relaciones entre la iglesia católica y las distintas modalidades coloniales del estado puertorriqueño.

Esta trilogía literaria mencionada es lectura fundamental para la conversación académica sobre las complejas relaciones laberínticas entre política y religión en América Latina, el Caribe y Puerto Rico. Pero Silva Gotay nunca descansa y en el otoño de 2012 publicó dos nuevos libros: Soldado católico en guerra de religión: Religión y política en España y Puerto Rico durante el siglo XIX y La Iglesia Católica de Puerto Rico en el proceso político de americanización, 1898-1930. Son importantes aportes académicos que provienen de los afanes de un estudioso evangélico que desde hace años ocupa un lugar de honor en los estudios latinoamericanos sobre religión y sociedad.

 

Silva Gotay fue miembro destacado del grupo directivo de la Comisión de Estudios de Historia de la Iglesia en América Latina (CEHILA), con la cual colaboró en proyectos relativos al protestantismo y al Caribe. Promovió además la organización del Equipo de Historia y Sociología de la Religión en Puerto Rico, el cual auspició dos eventos importantes diseñados para promover el estudio académico de las religiosidades puertorriqueñas: el “Encuentro Nacional de Historia y Sociología del Protestantismo en Puerto Rico”, en abril de 1995 y el “Encuentro de Historia y Sociología del Catolicismo en Puerto Rico, 1898-1998”, en marzo de 1998. Ambos encuentros atrajeron la atención de un sector considerable de investigadores y estudiosos.

 

Sin temor a que se me acuse de estar influenciado por más de cinco décadas de muy cercana amistad y de haber compartido con el autor innumerables alegrías y tristezas, además de incontables botellas de buen vino, la bebida preferida de Jesús según todos los evangelios canónicos, puedo afirmar que Samuel Silva Gotay es el principal estudioso en nuestro país de las relaciones entre el cristianismo institucional y las sociedades puertorriqueñas, caribeñas y latinoamericanas. Por algo la Universidad de Puerto Rico lo ha honrado con el excelso título de Profesor Distinguido, la máxima distinción que nuestra principal universidad nacional otorga a su facultad.

 

No contento con esos laureles académicos, Samuel Silva Gotay ha estrenado una nueva vocación: la de abuelo/novelista cuyo principal fruto hasta ahora ha sido esa exquisita novela Las aventuras de Juan Cecilio en la ciudad perdida (2012), merecidamente galardonada con el V premio de literatura infantil El Barco de Vapor, recientemente otorgado por las Ediciones SM y el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Es una joya literaria de elegante fantasía que además expresa una de las cualidades personales principales de Samuel: es un hombre de familia, apegado en profundo afecto y ternura a sus hijos, nietos y, sobre todo, a su compañera de más de cinco décadas, Jovita Caraballo.

 

Pero no olvidemos otra distinción que honra a Samuel Silva Gotay. Hace alrededor de 50 años, en la turbulenta década de los sesenta, formó parte de un grupo al que la prensa confirió el nombre de “los veintidós”, unos jóvenes que lucharon intensamente por superar y trascender el caciquismo y la concentración de poderes que caracterizaba a los partidos políticos de la época. La voz del joven Silva Gotay se unió a las de otros colegas para reclamar, o más bien, exigir, transparencia, participación amplia y equidad en las decisiones relativas a todos los asuntos de importancia para la sociedad puertorriqueña, a fin de forjar una democracia crítica y participatoria.

 

Esa cualidad crítica y profética lo ha acompañado toda su larga y fructífera vida de intelectual académico y público. Por algo Silva Gotay ha mantenido siempre una postura de crítica firme cuando diversos componentes de su comunidad universitaria sufren desmanes arbitrarios de exclusión y siempre ha insistido, de frente y sin titubear, en que todos los procesos decisionales cruciales para una comunidad académica deben caracterizarse por auténtica transparencia, amplia participación y prístina equidad, sin marginaciones ni exclusiones inapropiadas e indebidas.

 

Por todo ello, es el nombre de Samuel Silva Gotay quien primero viene a mi mente cuando leo la admirable descripción que del historiador solidario ha escrito el teólogo brasileño Rubem Alves:

“El historiador así, es alguien que recupera memorias perdidas y las distribuye, como si fuera un sacramento, a aquellos que perdieron la memoria. En verdad, ¿qué mejor sacramento comunitario existe que las memorias de un pasado común, marcadas por la existencia del dolor, del sacrificio y la esperanza? Recoger para distribuir. Él no es sólo un arqueólogo de memorias. Es un sembrador de visiones y de esperanzas.”

A mucha honra, Samuel Silva Gotay.